sábado, 6 de noviembre de 2010

Haznos un signo del cielo (Mt 16, 1-4)

El capítulo 16 del evangelio según san Mateo inicia con una nueva polémica, esta vez con los fariseos y saduceos.

En primer lugar, llama la atención el contraste entre esta escena y la anterior… Poco antes, Jesús está rodeado de gente que viene a buscarlo para ser sanada y que permanece con Él tres días; es decir, no están de paso… En cambio, estos fariseos y saduceos se acercan a Jesús para tentarlo… No vienen a buscar nada de Él, sino a ponerle zancadillas… Está claro que no buscan la verdad, sino ponerlo en aprietos, dejarlo en evidencia ante la gente… Sus prejuicios les impiden ver lo evidente…

El evangelista dice que vienen para "tentarlo". La tentación, en el lenguaje bíblico, es todo aquello que se nos presenta como bueno, o al menos neutro; que resulta sugerente, y por ello nos seduce y engancha, pero que, en realidad, nos termina apartando del camino del Señor; es decir, la tentación es siempre un engaño, aunque camuflado… ¡Cuántas veces somos tentados y no nos damos cuenta…! ¡Cuántas veces hemos terminado haciendo cosas que se nos presentaban como "buenas" o "inocentes" y, al final, nos han dejado mal, han hecho daño a otros e incluso a nosotros mismos… ¡Cuántos creen que al tener más dinero serán más felices; que al tener determinado trabajo serán mejor considerados, etc. y, al final, después de haber pagado altos precios (familia, principios, etc.), se dan cuenta que no han obtenido lo que buscaban…! Pero, bueno, no nos desviemos del tema…

Y, ¿con qué tientan a Jesús? Pues pidiéndole un "signo del cielo".

Esto nos recuerda el episodio de las tentaciones en el desierto, cuando Satanás le dice a Jesús: "Tírate del alero del Templo…" Y Jesús responde: "No tentarás al Señor tu Dios" (Mt 4, 5-7)… Aquella tentación, según todos los comentaristas, consiste en realizar acciones espectaculares para atraer la atención de la gente y ganar seguidores… ¿Y por qué es una tentación? Porque el camino, el estilo del Dios de Jesús no es "ganar adeptos con intervenciones extraordinarias" sino el mostrar de manera humilde y sencilla su amor, sin imponerse, buscando sin artimañas conquistar nuestro corazón…

Definitivamente, Jesús rechaza el camino de la fama, del espectáculo, de "comprar fans"… Él recorrerá el camino del siervo sencillo y humilde…

Llama la atención, también, que estos fariseos y saduceos le pidan "signos", precisamente en un contexto en el que Jesús acaba de realizar una serie de curaciones, que en realidad son signos mesiánicos (Mt 15, 29-31), incluida la segunda multiplicación de los panes (15, 32-39), que alude al signo realizado por Dios en el desierto, a través de Moisés que dio el maná al pueblo…

Es por esto que Jesús les dice algo propio de la sabiduría popular: Con que sabéis leer las señales meteorológicas y predecir si lloverá o hará buen tiempo, y no sois capaces de leer el lenguaje de Dios… Incluso a nosotros podría decirnos, ¡anda que sois intuitivos para tantas cosas y sin embargo no sois capaces de ver las señales que os da el Señor! Con lo cual, lo que en realidad nos viene a decir, una vez más, es que somos ciegos espirituales o, peor aún, que no hay peor ciego que el que no quiere ver… De hecho, Jesús se queja no sólo contra loa fariseos y saduceos que han ido a tentarlo sino que se refiere de modo general a esta "generación malvada y adúltera"; es decir, gente con el corazón retorcido, incapaz de adorar al Dios verdadero… ¡Qué duro!... Y no es para menos… Cuando estamos cerrados, no hay manera de leer como señales de Dios, cantidad de signos y bendiciones con los que rodea nuestra existencia.

El episodio termina con una sentencia de Jesús: "No se os dará otro signo que el signo de Jonás". Con ello lo que quiere decir es que el profeta Jonás se limitó a predicar en Nínive (no hizo ningún milagro) y el pueblo se convirtió… Por tanto, en vez de andar detrás de cosas espectaculares (¡que nos encantan!), lo que se nos pide es creer a la palabra de Jesús y adherirnos a ella…

Que el Señor nos dé un corazón sencillo y atento a su Palabra y unos ojos agradecidos, que perciban su acción amorosa en nosotros y en el mundo.

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