sábado, 20 de noviembre de 2010

"¿Quién decís vosotros que soy yo?" (Mt 16, 13-20)

Llegamos a un punto central del evangelio de Mateo… Jesús lleva ya un tiempo hablando y actuando, es decir, revelándose… Esto ha generado reacciones encontradas, muchas de ellas, de clara oposición y rechazo… Entonces Jesús pregunta a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que soy yo?"… Pregunta profunda, no de mera curiosidad, sino que responde casi a la necesidad de saber si la gente va descubriendo realmente quién es Él…

Los discípulos responden sin pensárselo demasiado: "Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o alguno de los profetas"… Aquí, obviamente, no estamos hablando de ningún tipo de reencarnación, como dicen algunos. Aquí lo que está en juego es que en cada uno de estos personajes se esconde un modo de entender la identidad y la misión de Jesús.

Para la gente, Jesús es alguien importante, sin duda…, a la altura de los grandes profetas… Es alguien que habla en nombre de Dios, que invita a la conversión, que denuncia el modo equivocado de vivir la religión, que incluso se enfrenta a los dirigentes del pueblo…, pero nada más…

Entonces, se dirige directamente a los Doce y les pregunta: "Y, vosotros, ¿quién decís que soy yo?"… Pregunta comprometida… Ya no se trata de hablar de lo que dicen los demás, eso es fácil; se trata de decir lo que piensa cada uno, y eso ya es más difícil… Más, aún, lo que Jesús pregunta no es sólo que idea tiene cada uno de Él, qué se dice en su interior, sino que dice a los demás…

Ahora, sólo Pedro responde y expresa abiertamente: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo"… Muchos coinciden en afirmar que, en realidad, está actuando como portavoz de todos…, al menos, de hecho, nadie dice lo contrario…

Con esta respuesta, da la impresión de que Pedro ha logrado penetrar en el verdadero ser de Jesús y ha descubierto en Él al Mesías, al enviado, al que el pueblo espera con tanta ansia… Y no sólo eso, sino que añade: "El Hijo de Dios vivo"… Afirmación profunda, pues lo que nos viene a decir es que Jesús es el Hijo del Dios de la vida… No es el Dios de la condenación (Juan el Bautista), el Dios intolerante (Elías) o el Dios de la destrucción (Jeremías), sino el Dios que ha enviado a su Hijo para que todos tengamos vida, como diría Juan…

Ahora sería bueno que cada uno de nosotros escucháramos de Jesús esta misma pregunta y que intentáramos responder… ¿Quién es Jesús para mí? ¿Un gran hombre, incluso un hombre de Dios pero, a fin de cuentas, sólo un hombre? O a lo mejor sí, es Dios, pero, ¿qué Dios? ¿Un Dios distante, lejano, juez castigador, intransigente…?

¿Qué imagen de Dios damos a los demás, de qué Dios hablamos los cristianos, no sólo con las palabras sino con nuestra vida? Hay quine dice que una de las causas de la actual increencia somos precisamente los cristianos... parece no merecer la pena creer en el Dios que profesamos... Hoy más que nunca el mundo necesita que anunciemos al Dios de Jesús, al Dios del amor, de la paz, de la vida... Proclamemos a este Dios con acciones que hablen precisamente de paz, de amor y de vida...

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