sábado, 15 de abril de 2023

II Domingo de Pascua: Aparición de Jesús resucitado a Tomás (Jn 29, 19-31)

 
1. LEE: Jn 20, 19-31

El mismo día de la resurrección, Jesús se aparece a sus discípulos; se hace “visible”, “experimentable”. Su presencia disipa sus miedos y los llena de alegría. Tomás, uno de los Once, no estaba y no cree el testimonio de los discípulos. Sin embargo, Jesús “ocho días después”, también se le aparecerá y elogiará a todos los que creemos sin haber visto, sino basándonos en el testimonio de otros creyentes. Jesús nos dona su Espíritu y nos envía a continuar la misma misión que el Padre le encomendó: ser instrumentos de paz (justicia, igualdad, dignidad…) y de reconciliación; es decir, ser constructores de esa “fraternidad universal” a la que nos invita el Papa Francisco.

2. MEDITA
  • ¿Dónde y cómo he experimentado en mi vida a Cristo Resucitado? ¿Lo experimento hoy?
  • ¿Soy portador/a de paz, instrumento de reconciliación?
  • ¿Adónde y a quiénes me envía hoy el Señor?
3. ORA
  • Haz silencio en tu interior… 
  • Dialoga con el Señor... 
  • Pídele… Dale gracias…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra? 
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

Domingo de Resurrección (Ciclo A): "Vio y creyó" ( Jn 20, 1-9)

 

1. LEE: Jn 20,1-9

El Domingo de Resurrección, la Iglesia nos invita a contemplar el episodio del “sepulcro vacío”. Un “hecho” que puede ser (y de hecho es) interpretado de muchas maneras. Para unos (María Magdalena), es señal de que se han robado el cuerpo; a otros (Pedro), no les dice nada; solo el discípulo amado interpreta correctamente lo que está sucediendo. Ve lo mismo que todos, pero «creyó» (el amor nos hace capaces de percibir la presencia del amado). En ese sepulcro vacío, ve el signo, la “prueba” de que Jesús ha resucitado. Nadie fue testigo del momento de la resurrección, pero el Resucitado pone ante nosotros signos, señales, que nos permiten descubrirlo presente entre nosotros.

2. MEDITA
  • ¿Me siento «discípula amada»? ¿Tengo la experiencia de ser amado por el Señor?
  • ¿Sé descubrir en mi vida cotidiana, en los acontecimientos históricos, la presencia del Señor Resucitado? Recuerda alguna experiencia.
3. ORA
  • Haz silencio en tu interior… Dialoga con el Señor... 
  • Pídele… Dale gracias…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra? 
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

Domingo de Ramos (Ciclo A): ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! (Mt 21, 1-11)

 
1. LEE: Mt 21, 1-11

El Domingo de Ramos es el pórtico de la Semana Santa. En la liturgia se recuerda la entrada gloriosa de Jesús en Jerusalén y también se lee el relato de la Pasión. Con ello se resalta la dimensión sufriente y, a la vez, gloriosa, que contemplaremos en los días santos que se aproximan. Jesús entra montado en un burro. Es el rey manso y humilde que trae la paz, en contraste al poder que oprime y domina. Preparemos el corazón para acoger a aquel que viene en nombre del Señor a dar su vida como muestra suprema del amor de Dios a cada uno de nosotros y unamos al pueblo que lo aclama y lo acoge jubiloso.

2. MEDITA
  • ¿Comparto yo ese modo de ser sencillo y humilde de Jesús?
  • Los discípulos hacen exactamente lo que Jesús les dice, ¿y yo?
  • ¿Está mi mirada fija en Jesús, en su entrega amorosa, ahora que ya estamos a punto de empezar la Semana Santa?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor... 
  • Pídele… Dale gracias… 
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra? 
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

viernes, 14 de abril de 2023

V Domingo de Cuaresma (Ciclo A): Jesús resucita a Lázaro (Jn 11, 1-45)

 

1. LEE: Jn 11, 1-45

El Evangelio de hoy nos invita a meditar en la resurrección de Lázaro, de este modo, se nos presenta a Jesús como la Vida. Por tanto, en este itinerario cuaresmal, Jesús se nos ha manifestado como el Agua viva que calma nuestra sed; la Luz que ilumina nuestras oscuridades y, ahora, como la Vida auténtica, que nos ofrece la vida eterna ya aquí y ahora. El texto es hermoso. Jesús llora por la muerte de un amigo. Marta le recrimina el no haber estado ahí y, sin embargo, expresa una de las mayores confesiones de fe: “Tú eres el Cristo”, antes de que Jesús haga el milagro. El regreso a la vida de Lázaro es el último signo de Jesús y el que, al mismo tiempo, será su sentencia de muerte.

2. MEDITA
  • ¿Necesitas ser sacado de algún sepulcro o liberado de algunas ataduras?
  • ¿Alguna vez, como Marta y María, has reprochado a Dios su ausencia?
  • Como Marta, ¿cómo confie­sas tu fe en Jesús, Vida nuestra?
  • ¿Crees en la resurrección de los muertos? ¿Crees en Jesús, Vida y Resurrección nuestra?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor... 
  • Pídele… Dale gracias… 
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra? 
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

IV Domingo de Cuaresma (Ciclo A): Jesús cura a un ciego de nacimiento (Jn 9, 1-42)

 

1. LEE: Jn 9, 1-42 

El Evangelio de hoy nos presenta la curación de un ciego de nacimiento. Y lo que para unos es un castigo, para Jesús será la oportunidad de mostrarnos el poder sanador de Dios. Sí el domingo pasado Jesús se nos manifestaba como el agua que sacia nuestra sed, nuestras búsquedas y deseos más profundos, hoy se nos presenta como la luz. Jesús es la luz que alumbra nuestras oscuridades, es la luz que cura nuestras cegueras. ¿Y qué cegueras? La ceguera que no nos permite verlo a nuestro lado, la ceguera que hace que vayamos por la vida sin ver a nuestros hermanos, la ceguera que nos mantiene en la oscuridad y el sinsentido. Pero para que nos sane, necesitamos reconocer que estamos ciegos y dejar que nos toque con su amor y con su gracia.

2. MEDITA
  • ¿Cuándo ocurre alguna desgracia, qué interpretación le doy?
  • ¿De qué “cegueras” me ha curado el Señor?
  • ¿Mis ojos de la fe son capaces de descubrir al Señor presente en mi vida, presente en las personas, en el mundo?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor… 
  • Pídele… Dale gracias… 
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra? 
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

miércoles, 8 de marzo de 2023

III Domingo de Cuaresma (Ciclo A): Jesús se encuentra con una mujer samaritana (Jn 4, 5-42)

1. LEE: Juan 4, 5-42

Seguimos recorriendo nuestro itinerario espiritual, como preparación a la celebración de la Pascua del Señor. Este tercer domingo de Cuaresma, se nos invita a meditar en el encuentro de Jesús con una mujer samaritana.

Un primer dato significativo es que el evangelio nos dice que Jesús iba de Judea a Galilea y que tenía que pasar por Samaría. Ese “tenía” implica una clara intencionalidad, pues los judíos generalmente no solo no tenían que pasar por allí sino que evitaban hacerlo, precisamente por la enemistad que había entre ambas regiones. Por tanto, Jesús “tenía” que pasar por ahí porque buscaba algo…

Llega con sus discípulos a Sicar. Quienes lo acompañan van en busca de comida y él se queda sentado en el pozo. El pozo tiene grandes reminiscencias bíblicas. Eliezer, siervo de Abrahán, encuentra a Rebeca, futura esposa de Isaac, junto a un pozo (Gn 24,11ss); Jacob se enamora de Raquel junto a un pozo (Gn 29); Moisés conoce a Séfora junto a un pozo (Ex 2,15).

De pronto, llega una mujer samaritana a sacar agua. No se dice su nombre. Para algunos comentaristas, dicha mujer da fe de que, al inicio de la evangelización de aquella región, una mujer jugó un papel muy importante. 

Jesús toma la iniciativa y le pide de beber. De este modo, rompe los posibles prejuicios de la mujer. Todo esto da pie a un diálogo en torno al agua. Jesús pide de beber. La mujer se sorprende. Y Jesús pasa de pedir de beber a ofrecerle a aquella mujer agua viva. Más aún, le dice que esa agua no tiene que ir a buscarla a ningún pozo (símbolo de esfuerzo) sino que está dentro de ella, como un manantial que brota sin cesar (¡es pura gracia!). Y esta es la primera invitación que se nos hace hoy, descubrir ese manantial de agua que está dentro de nosotros, esa agua viva que es Dios mismo y que es la única capaz de saciar nuestra sed más profunda.

Luego, Jesús aborda el tema de los cinco maridos que tuvo aquella mujer y el actual, que tampoco es del todo su marido… Seis maridos (número imperfecto). Esto también denota una búsqueda infructuosa. Ha ido de un marido a otro sin encontrar lo que anhela. El séptimo será Jesús, en quien finalmente encontrará el amor deseado. Esta es la segunda invitación que se nos hace. Entrar en nuestro corazón y descubrir a Jesús como el único amor verdadero.

Finalmente, el diálogo deriva hacia un tercer tema, los lugares de culto. La mujer le pregunta en qué lugar se debe adorar a Dios. Jesús dará una respuesta sencilla. No necesitamos ningún lugar especial para adorar a Dios. A Dios no se le da culto en lugares concretos (dígase en este caso, por ejemplo, el Templo de Jerusalén) sino que se lo adora en espíritu y verdad. Es decir, no se trata de un lugar específico sino de una actitud interior. Más aún, la gran revelación es que el nuevo “lugar” de encuentro con Dios no es un edificio, es Jesús. Y esta es la tercera invitación que se nos hace. Profundizar nuestra relación con Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, cultivar esos momentos de encuentro. Y es en ese momento cuando Jesús se le revela a la mujer como el Mesías, el Esperado…

Fruto de este encuentro, aquella mujer entusiasmada se convierte en misionera. Deja el cántaro (¡ya no lo necesita!) y va donde sus paisanos para llevarlos donde Jesús. Y estos, gracias al testimonio de aquella mujer, van al encuentro de aquel judío a quien también reconocen como el Mesías. Y he aquí una nueva invitación, a convertirnos en misioneros entusiasmados de lo que hemos descubierto en lo profundo del corazón.

Por último, el evangelio nos presenta un diálogo entre Jesús y sus discípulos. Estos han vuelto con la comida y se sorprenden de ver a Jesús conversando a solas con una mujer y, para colmo samaritana, aunque no se atreven a decirle nada. El diálogo ahora va en torno al alimento. Los discípulos están preocupados porque Jesús no ha comido, y Él les responde que su alimento es hacer la voluntad de su Padre, voluntad que acaba de realizar saliendo al encuentro de aquella mujer.

Es un hermoso evangelio para meditar, para dejarnos cuestionar, para tener un encuentro profundo con Jesús, para conectar con ese manantial que brota en nuestro interior, esa agua que es Dios mismo calmando nuestra sed y derramando su amor en nosotros.

2. MEDITA
  • ¿Cuáles son mis búsquedas y deseos más profundos?
  • ¿De qué tengo sed? ¿Con qué la sacio?
  • ¿Qué me falta en la vida para ser feliz?
  • El alimento de Jesús es hacer la voluntad de su Padre, ¿y el mío?
  • ¿Qué espacios de oración dejas para que el Señor te dé de beber y te alimente?
  • La samaritana corre a anunciar lo descubierto, ¿y yo?
  • ¿Experimentas a Jesús como tu Salvador y el Salvador del mundo?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele… Dale gracias…
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

jueves, 2 de marzo de 2023

II Domingo de Cuaresma (Ciclo A): "Este es mi Hijo amado..., escúchenlo" (Mt 17, 1-9)


1. LEE: Mt 17, 1-9

El Miércoles de Ceniza empezamos la Cuaresma, un tiempo de conversión, de afianzar nuestro seguimiento a Jesús, de ir creciendo como discípulos suyos. Ese día, el evangelio nos recordaba las tres grandes “prácticas cuaresmales”: la limosna, la oración y el ayuno, que tocan nuestra relación con el prójimo, con Dios y con nosotros mismos. De este modo, dábamos inicio a un itinerario espiritual como preparación a la gran fiesta de la Resurrección de Jesús.

El domingo pasado, primero de la Cuaresma, se nos proponía ir al desierto para tomar consciencia del modo en que solemos ser tentados, para así desenmascararlas y vencerlas. Este domingo, se nos propone un segundo paso, subir a la montaña con Jesús; obviamente, de manera simbólica.

La montaña tiene un gran simbolismo espiritual. La montaña es un lugar de encuentro con Dios. Moisés y Elías, por ejemplo, tuvieron profundas experiencias espirituales en lo alto de la montaña. Se nos invita, por tanto, a dedicar un tiempo y un espacio para profundizar en nuestra relación con el Señor.

Poco antes (seis días atrás, nos dice el evangelio), Pedro había reconocido a Jesús como el Mesías (Mt 16,13-20). Entonces, Jesús hizo a sus discípulos el llamado “primer anuncio de la pasión” (en total serán tres). Allí les comparte el destino que le espera: será tomado prisionero, torturado y ejecutado y, al tercer día, resucitará (Mt 16,21). Ante esto, Pedro lo toma aparte para disuadirlo y recibe de Jesús una respuesta muy dura: “¡Apártate de mí, Satanás… tú no piensas como Dios sino como los hombres!” (Mt 16,22-23). Increíblemente, el mismo que poco antes lo había reconocido como el Mesías de Dios, ahora es instrumento de Satanás… Así es nuestra vida…, podemos ser instrumentos de Dios o instrumentos del mal, aún creyendo que estamos actuando bien…

Después de esta reprimenda, Jesús les dice las condiciones que deben cumplir quienes quieran seguirlo, entre ellas, negarnos a nosotros mismos (¡dejar de ponernos en el centro!) y tomar nuestra cruz (Mt 16,24-27).

Todo esto debió dejar muy impactados a quienes lo escucharon… Y, en este contexto, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan (precisamente quienes luego serán testigos de su oración en Getsemaní) para que lo acompañen a lo alto de la montaña y así fortalecerlos en su fe.

Allí, Jesús se “transfigura”, es decir, les revela su identidad más profunda, aparece resplandeciente, como quién es, ¡Hijo de Dios! Y, junto a Él, vemos a Moisés y Elías, representantes de la Ley y los profetas, hablando con Jesús. ¡Todo el Antiguo Testamento reconoce a Jesús como el mesías esperado! y, poco después, desaparecen, quedando Jesús solo… porque ahora, toda nuestra mirada y nuestra escucha, se centran en Él…

Pedro queda sobrecogido, entusiasmado, hasta el punto que quisiera quedarse ahí para siempre… (es lo que nos pasa a nosotros cuando tenemos una experiencia espiritual que nos llena de paz). Y, entonces, cuando él quiere quedarse instalado en ese momento sublime, una voz (¡el Padre!), les dice: “Este es mi Hijo” (igual que ya había dicho en el bautismo), y añade: “Escúchenlo”. ¡Esta es la invitación que se nos hace en esta segunda semana de Cuaresma, subir a la montaña para tener un encuentro con Dios, para escucharlo… Y, para la Biblia, escuchar y hacer, es inseparable. Subimos a la montaña para escuchar al Señor y para hacer lo que Él nos dice (si recuerdan, fue lo que la Virgen les dijo a aquellos sirvientes en las Bodas de Caná: “Hagan lo que Él les diga”).

Por eso, subimos a la montaña no para quedarnos ahí sino para, una vez que hemos escuchado, bajar a la llanura, bajar a nuestra vida cotidiana, pero bajar transfigurados, llenos de Dios, llenos de paz… para, en nuestras tareas de cada día, ser presencia de Dios en medio de nuestro mundo y, serlo, viviendo las actitudes y los valores que Jesús vivió y que nos transmiten los evangelio.

2. MEDITA
  • ¿Con qué frecuencia “subo a la montaña” para tener momentos de encuentro con Dios?
  • ¿Cuánto tiempo dedico a escuchar su Palabra?
  • Recuerda alguna experiencia en que Jesús se te ha hecho presente de manera especial.
3. ORA
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele… Dale gracias…
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

jueves, 23 de febrero de 2023

I Domingo de Cuaresma (Ciclo A): Tentaciones de Jesús en el desierto (Mt 4,1-11)

 

1. LEE: Mt 4, 1-11

El miércoles pasado iniciamos la Cuaresma, un período largo de preparación (40 días) hacia la Pascua, la gran celebración cristiana del triunfo de Jesús sobre la muerte, y anuncio y confirmación de nuestro destino final: la casa del Padre.

El color morado, propio de este tiempo, nos habla de interioridad. Y, sí, es un tiempo propicio para hacer silencio, para reflexionar, para revisar nuestra vida, para ponernos a punto… Para ello, el evangelio del Miércoles de Ceniza nos invitaba a cultivar las tres grandes “prácticas” cristianas: la limosna, la oración y el ayuno (¡en este orden!). La limosna es una llamada a poner al otro en el centro, una llamada a compartir, a la solidaridad, a estar pendientes de las necesidades de los demás, de su necesidad de escucha, de atención, de pan, de trabajo. La oración es una invitación a cultivar nuestra relación con Dios, a dedicar tiempo a estar con Él, a leer y meditar su Palabra. Y el ayuno nos ayuda a recuperar el dominio sobre nosotros mismos, sobre nuestras apetencias y deseos.

Hoy celebramos el primer domingo de Cuaresma, el primero de cinco (el sexto será Domingo de Ramos). Cada domingo, las lecturas han sido elegidas para ayudarnos a recorrer un itinerario de preparación espiritual. Y este itinerario inicia con la consideración de las llamadas “Tentaciones de Jesús en el desierto”.

Meditar en las tentaciones de Jesús nos puede ayudar a tomar consciencia de nuestras propias tentaciones. Conocerlas para desenmascararlas y vencerlas.

La clave para desentrañar la esencia de cada una de ellas está en la respuesta que da Jesús al diablo. Etimológicamente, “diablo” quiere decir el que divide, el que separa, precisamente porque lo que intenta es separarnos de Dios, dividirnos entre nosotros, fracturarnos por dentro.

Jesús lleva 40 días en el desierto, bajo un ayuno estricto. Al final, lógicamente, tiene hambre. Es entonces cuando va a intervenir el tentador. Se va a aprovechar de su debilidad, de su necesidad y le va a proponer algo razonable: «si eres Hijo de Dios, convierte estas piedras en pan». ¿Dónde está la trampa? En primer lugar, lo reta a demostrar que es Hijo de Dios violentando la naturaleza de las cosas en beneficio propio. En el bautismo, Jesús sintió con fuerza cómo el Padre lo llamaba Hijo. La tentación nos hace dudar de esta convicción profunda, nos incita a demostrarla pretendiendo que Dios satisfaga nuestras necesidades o buscando satisfacer nuestros deseos y necesidades con “pan”, con cosas materiales. Por eso, Jesús responde: «No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»… También de pan, por supuesto, pero no solo… Cuántas veces se nos olvida que hay un “hambre” que solo lo puede satisfacer Dios.

Luego, el diablo lo lleva nada menos que al Templo, el lugar privilegiado de encuentro con Dios. Pero no lo lleva para que ore, sino para que monte un espectáculo, para que cometa una temeridad, para poner a prueba a Dios. Y, nuevamente empieza diciendo: «Si eres Hijo de Dios…» Por eso, Jesús responde: «No tentarás, no pondrás a prueba a Dios». Es decir, no dudarás de que Dios está contigo, no le pedirás “pruebas”, no pretenderás que haga lo que tú le pidas para creer en Él. Al Templo no se va tanto a pedir cuanto a orar, a poner nuestra vida en manos de Dios... Y cuántas veces lo hacemos… Creeré en Ti si… Cuántos han perdido la fe porque Dios no respondió a sus requerimientos… De hecho, cuando Jesús estuvo en la cruz lo tentaron diciéndole, si eres Hijo de Dios, ¡demuéstralo!, baja de la cruz… Si eres Hijo de Dios, que Él te salve… Y Jesús se mantuvo firme, con una confianza absoluta en su Padre Dios, sin pedirle pruebas extraordinarias… ¿Y nosotros?

Para la tercera tentación, el diablo lo sube a lo alto del monte… Si nos fijamos, lo lleva cada vez más alto. Es la tentación del poder entendido como dominio. Porque el problema no es el poder, todos tenemos poder, Jesús tuvo poder; el problema es usar el poder para colocarme a mí mismo en el centro, para abusar, para ser servido, no para servir. Y ese deseo de dominio, de control, puede llevarme a “venderme”, a sacrificar mis valores, mi familia, a traicionar a mis amigos… a olvidarme de Dios y adorar, rendirme a otros “dioses”… Es la tentación extrema, pues nos lleva a, de facto, prescindir de Dios y, hecho esto, a cometer cualquier tipo de atrocidad… Por eso, Jesús responde: «Solo a Dios adorarás…»

Estas tres tentaciones son prototípicas. Jesús las sufrió a lo largo de toda su vida pública y, más fuertemente aún, en la Pasión. Y también cada uno de nosotros las sufrimos, si bien muchas veces ni siquiera somos conscientes de ello.

Que este tiempo de cuaresma que empezamos sea una oportunidad para vivir momentos de desierto, de interioridad, de silencio; tiempo para leer y orar la Palabra de Dios; para descubrir todo aquello que nos aleja de Dios, del hermano… Tiempo para conocer nuestras tentaciones y vencerlas, para crecer en nuestro ser de hijos y hermanos.

2. MEDITA
  • ¿Soy consciente del modo como yo soy tentado?
  • ¿Cómo satisfago mi necesidad de seguridad? ¿Con “cosas”, con la búsqueda de prestigio y/o poder, o tengo puesta mi seguridad y confianza en Dios?
  • ¿Son la eucaristía y la Palabra de Dios mi alimento espiritual?
  • ¿En qué ocasiones yo también pongo a prueba a Dios?
  • ¿Uso mi “poder” para servir o para dominar?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele… Dale gracias…
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jueves, 16 de febrero de 2023

VII Domingo (Ciclo A): Amemos como somos amados por Dios (Mt 5, 38-48)

 

1. LEE: MATEO 5, 38-48

El evangelio de hoy nos presenta dos enseñanzas de Jesús muy importantes, que van al núcleo de su propuesta. Estas tocan dos temas “sensibles”: cuál debe ser nuestra respuesta cuando somos víctimas de alguna injusticia o forma de violencia, y cuál nuestro comportamiento con quienes nos han hecho daño.

En el primer caso, Jesús pide superar el “ojo por ojo y diente por diente”. Esta norma hace referencia a la ley del Talión, que lo que pretendía era una justicia proporcional, es decir, si alguien te quita un ojo, solo le puedes quitar uno, no dos, lo cual supuso un gran avance. Sin embargo, para Jesús no es suficiente. Para él, la única manera de terminar con la espiral de violencia (la ley del Talión terminaría por dejarnos a todos ciegos) es no responder al mal con mal, más aún, vencer el mal a fuerza de bien.

Esta invitación de Jesús, a muchas personas les parece demasiado extrema. Sin embargo, nos olvidamos que Jesús vivió así. Él renunció a toda forma de violencia, hasta el punto de morir injustamente en la cruz.

Con todo, esto no significa que asumamos una postura pasiva, que no hagamos nada. Fue precisamente esta cita del Sermón de la Montaña la que inspiró a Gandhi la lucha por la independencia de la India con métodos no violentos. Lo que se rechaza categóricamente es responder a la violencia con violencia.

La segunda enseñanza hace referencia a una disposición del libro del Levítico (19,18) y que refleja muy bien el sentir popular: «Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo»; es decir, amarás a quien te ama y rechazarás a quien te rechaza pues, no tengo por qué hacer el bien a quien me hace mal. ¡Bastante con no hacerle ni desearle mal! Y, sin embargo, Jesús va más allá pues, si actuamos así, ¿qué hacemos de extraordinario?, eso lo hace cualquiera. Jesús pone unos ejemplos extremos, exagerados. Habla de amar al enemigo precisamente para ilustrarnos un amor extremo, exagerado. 

Dicho esto, conviene aclarar que, cuando Jesús nos dice que lo propio del cristiano es amar incluso al enemigo, no se refiere a sentir afecto por él, ¡no mandamos sobre nuestros sentimientos! Lo que se nos pide es hacerle el bien, rezar por él; es decir, lo que se nos dice es que el amor no es un sentimiento, es una decisión. Yo amo no porque el otro lo merezca o porque espero algo de él, sino porque mi decisión es amar, independientemente de lo que el otro haga o me haga.

Ahora bien, lo importante es cómo Jesús justifica esa postura. Y su argumento es simple: se trata de actuar como actúa nuestro Padre celestial con la humanidad, con nosotros, conmigo. Y, ¿cómo actúa? Con un amor infinito, hagamos lo que hagamos, hasta cuando dimos muerte a su Hijo… Y si somos hijos suyos, lo normal es que actuemos como Él actúa. Más aún, es actuando así como alcanzamos nuestra “perfección”, es decir, alcanzamos la plenitud de nuestro ser, pues llegamos a ser plenamente imagen y semejanza de Dios que es amor.

El evangelio de hoy es uno de esos evangelios “difíciles”, exigentes. Aunque, si lo leemos despacio, no se nos pide más de lo que de hecho recibimos de Dios, un amor sin límites, e imitar el modo como vivió Jesús. Además, se nos revela el camino de la verdadera perfección, que no es la ausencia de defectos ni una vida sin tacha, sino que la perfección está en crecer en nuestra capacidad de amar a todos, siempre, sin condiciones, sin excepciones…, como somos amados por nuestro Padre/Madre Dios.

2. MEDITA
  • ¿Cómo vivo la invitación que me hace Jesús a amar a todos, siempre, incondicionalmente, incluso a los enemigos, a quienes me han hecho daño?
  • ¿Se podría reconocer al Dios de Jesús viéndome a mí en mi re­lación con los demás?
  • ¿Cómo me siento ante lo que propone Jesús?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele… Dale gracias…
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?