jueves, 16 de febrero de 2023

VII Domingo (Ciclo A): Amemos como somos amados por Dios (Mt 5, 38-48)

 

1. LEE: MATEO 5, 38-48

El evangelio de hoy nos presenta dos enseñanzas de Jesús muy importantes, que van al núcleo de su propuesta. Estas tocan dos temas “sensibles”: cuál debe ser nuestra respuesta cuando somos víctimas de alguna injusticia o forma de violencia, y cuál nuestro comportamiento con quienes nos han hecho daño.

En el primer caso, Jesús pide superar el “ojo por ojo y diente por diente”. Esta norma hace referencia a la ley del Talión, que lo que pretendía era una justicia proporcional, es decir, si alguien te quita un ojo, solo le puedes quitar uno, no dos, lo cual supuso un gran avance. Sin embargo, para Jesús no es suficiente. Para él, la única manera de terminar con la espiral de violencia (la ley del Talión terminaría por dejarnos a todos ciegos) es no responder al mal con mal, más aún, vencer el mal a fuerza de bien.

Esta invitación de Jesús, a muchas personas les parece demasiado extrema. Sin embargo, nos olvidamos que Jesús vivió así. Él renunció a toda forma de violencia, hasta el punto de morir injustamente en la cruz.

Con todo, esto no significa que asumamos una postura pasiva, que no hagamos nada. Fue precisamente esta cita del Sermón de la Montaña la que inspiró a Gandhi la lucha por la independencia de la India con métodos no violentos. Lo que se rechaza categóricamente es responder a la violencia con violencia.

La segunda enseñanza hace referencia a una disposición del libro del Levítico (19,18) y que refleja muy bien el sentir popular: «Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo»; es decir, amarás a quien te ama y rechazarás a quien te rechaza pues, no tengo por qué hacer el bien a quien me hace mal. ¡Bastante con no hacerle ni desearle mal! Y, sin embargo, Jesús va más allá pues, si actuamos así, ¿qué hacemos de extraordinario?, eso lo hace cualquiera. Jesús pone unos ejemplos extremos, exagerados. Habla de amar al enemigo precisamente para ilustrarnos un amor extremo, exagerado. 

Dicho esto, conviene aclarar que, cuando Jesús nos dice que lo propio del cristiano es amar incluso al enemigo, no se refiere a sentir afecto por él, ¡no mandamos sobre nuestros sentimientos! Lo que se nos pide es hacerle el bien, rezar por él; es decir, lo que se nos dice es que el amor no es un sentimiento, es una decisión. Yo amo no porque el otro lo merezca o porque espero algo de él, sino porque mi decisión es amar, independientemente de lo que el otro haga o me haga.

Ahora bien, lo importante es cómo Jesús justifica esa postura. Y su argumento es simple: se trata de actuar como actúa nuestro Padre celestial con la humanidad, con nosotros, conmigo. Y, ¿cómo actúa? Con un amor infinito, hagamos lo que hagamos, hasta cuando dimos muerte a su Hijo… Y si somos hijos suyos, lo normal es que actuemos como Él actúa. Más aún, es actuando así como alcanzamos nuestra “perfección”, es decir, alcanzamos la plenitud de nuestro ser, pues llegamos a ser plenamente imagen y semejanza de Dios que es amor.

El evangelio de hoy es uno de esos evangelios “difíciles”, exigentes. Aunque, si lo leemos despacio, no se nos pide más de lo que de hecho recibimos de Dios, un amor sin límites, e imitar el modo como vivió Jesús. Además, se nos revela el camino de la verdadera perfección, que no es la ausencia de defectos ni una vida sin tacha, sino que la perfección está en crecer en nuestra capacidad de amar a todos, siempre, sin condiciones, sin excepciones…, como somos amados por nuestro Padre/Madre Dios.

2. MEDITA
  • ¿Cómo vivo la invitación que me hace Jesús a amar a todos, siempre, incondicionalmente, incluso a los enemigos, a quienes me han hecho daño?
  • ¿Se podría reconocer al Dios de Jesús viéndome a mí en mi re­lación con los demás?
  • ¿Cómo me siento ante lo que propone Jesús?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele… Dale gracias…
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

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