Hace unos días, cuando finalizábamos una jornada de oración, un hombre nos daba las gracias a todas las mujeres por el servicio que prestamos a la “IGLESIA” y lo que representamos dentro de ella.
Las palabras de este compañero de oración, me han llevado a buscar una vez más la influencia de Jesús en la vida de cada mujer con la que se encontraba, cómo…..le hablaba, miraba, trataba, en definitiva la dignificaba y liberaba.
Me he parado en especial en María de Magdala. El encuentro con Jesús es para ella comenzar a vivir, es conocer el amor y ternura de Dios, Jesús la ama por lo que es: UN SER HUMANO. Esto la hace sentirse viva, es Él el que le da vida. Él es su Centro.
Me pregunto ¿cuánto necesitamos para decir sin miedo que Él es nuestro Centro?, tenemos miedo a las etiquetas, a lo que piensen los demás, a las consecuencias de nuestro entorno, en resumidas cuentas nos conformamos con ser “seguidores” de segunda fila.
Pido al Padre experimentar al igual que María el encuentro con EL RESUCITADO para que toda mi vida sea transformada. Amén.
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