El Padre nuestro no es una oración individualista. A la invocación “Padre” se añade inmediatamente “nuestro”… Dios no es sólo Padre “mío”, sino Padre de todos… De mis amigos y de mis enemigos, de los que me hacen el bien y de los que me hacen daño… Si Dios es Padre de todos, de los justos e injustos, de los agradecidos y desagradecidos, entonces todos son mis hermanos… ¡Qué difícil es experimentar esto a ratos…!
La fraternidad, experiencia central del cristianismo, brota de la experiencia de la paternidad de Dios… Por eso la fraternidad es un compromiso ético, no es un mero sentimiento… Un compromiso ético que se expresa en las diversas actitudes que Jesús ha ido exponiendo a lo largo del Sermón del monte: el amor a los enemigos, el amor a todos, siempre… el amor universal e incondicional (Mt 5,38-48)… La seña del cristiano no es más que ésa: el amor… Amamos porque el Padre nos ha amado primero…
Hoy te propongo otro ejercicio… Mira a las personas que tienes a tu alrededor… Dedícales unos segundos de tu tiempo… A esas personas que te cruzas por la calle… A esas personas con las que convives… Aquellos con quienes compartes en el trabajo… Aquel con quien tienes alguna dificultad en particular… Intenta mirarlas como tu Padre las mira… No las juzgues, sencillamente míralas… e intenta sentir por un instante que son tus herman@s... Y regálales, por un instante, el sentirse sencillamente amadas por lo que son, como tú eres amad@ por tu Padre…
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