- Si buscas a Dios en verdad, descubrirás que necesitas ser pobre y sencillo en tu oración: irás a Él con la convicción de que está, de que te espera... y te limitarás a decirle: "Aquí estoy, Señor, a tu disposición". En tu tiempo de oración de hoy, díselo, repítelo con amor: "Aquí estoy, Señor, a tu disposición".
- Para buscar a Dios es necesario que seas pobre, pobre de alma; has de dejar el equipaje que sobra y estorba, has de huir de todo lo que sea cobijo de tu egoísmo; deja también tus miedos, tus mediocridades, tu indolencia... pero sobre todo, deja a un lado tu temor al "¿qué me puede pedir el Señor?". Esta pregunta que tantas veces nos hacemos y que muchas veces condiciona, inconscientemente, nuestra entrega.
- Buscar a Dios, buscarle, es amarle. Y para amar de verdad es necesario darse, abrir todas las puertas, estar dispuesto a todo con tal de complacer a quien amas. Es necesario que dejes libre tu corazón. Es una pena que una mezquindad limite el alcance de tu amor.
- Buscar a Dios consiste en mantener viva la ilusión por conocerlo cada día más y estar dispuesto a dar tu vida por Él... a dar cada día algo nuevo de ti mismo para poderlo conocer, para poderte identificar con Él.
- Buscar a Dios es vivir en su presencia. Reconocer sus pasos en la vida de cada día, su rostro en el de tus hermanos. Y al mismo tiempo consistirá en dejarte llevar, de verdad, por los criterios de Cristo hasta poder decir que tus palabras son las que el Señor espera de ti; que tus pasos son los que daría Cristo, que tu manera de mirar, amar y relacionarte con los hermanos equivalen a los que tendría Cristo.
- La búsqueda del rostro del Señor la iniciamos cuando tomamos conciencia de la mirada de amor de Dios sobre nosotros. Es nuestra respuesta. La conciencia de sentirte y saberte mirado con amor por Dios es la base toda vida de entrega.
- Pero no olvides que Dios te hizo libre y quiere "mendigar" tu consentimiento a su amor creador. Quiere buscarte dejándose buscar por ti.
- Buscar a Dios es aceptar y desear ser conocido por Él. Abrir las puertas de la vida para dejar que la luz de su amor te inunde. Es ofrecer al Señor todo lo que tienes y todo lo que eres, en un movimiento interior de alabanza y acción de gracias tan fuerte que, después, pueda quedar plasmado en la vida.
Jaume Boada, O.P.
En: "Por el camino del silencio"
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