sábado, 18 de septiembre de 2010

Primera multiplicación de los panes (Mt 14, 13-21)

Al igual que Marcos, Mateo nos presenta dos multiplicaciones de los panes, ésta primera dirigida a judíos y, la segunda, a paganos. Es un modo de decir, una vez más, que la acción de Jesús va dirigida a todo el mundo, más allá de las fronteras establecidas por una raza o religión…

El relato de la multiplicación de los panes está bellamente escrito. Al igual que otras actuaciones de Jesús, es más digno de ser contemplado que comentado.

Al enterarse del martirio de Juan el Bautista, Jesús se retira con sus discípulos. Sin embargo, a estas alturas es un personaje muy conocido, por lo que la gente rápidamente se da cuenta de que se dirige al otro lado del lago e incluso se le adelantan. Esto nos puede resultar raro, pero quienes conocen aquellas tierras, han comprobado que muchas veces es más rápido ir andando a un lugar que atravesar el lago. Pero, bueno, el hecho es que cuando Jesús llega a la otra orilla, se encuentra con una multitud de personas… Y siente compasión… La compasión es uno de los sentimientos recurrentes en Jesús… Aunque iba en busca de un lugar tranquilo para instruir a sus discípulos, es capaz de descubrir en quienes lo buscan a personas que necesitan ser atendidas… Y no se hace de rogar… Y los cura…

El tiempo pasa, se hace tarde y, claro, hay que comer… Los discípulos le piden que despida a la gente, pero Jesús les dice aquella tan conocida frase: "Dadles vosotros de comer…"

Jesús es el Mesías que tiene una palabra de aliento, un Maestro de Sabiduría (el Sermón del Monte); es el Mesías que sana toda enfermedad y dolencia (los capítulos 8-9); y ahora nos vendrá presentado como el Mesías que, como Moisés, alimenta a su pueblo… Pero, como veremos, no con un alimento cualquiera, sino con el alimento que nutre nuestro interior y que nos comunica la Vida con mayúscula.

Es hermoso ver el modo de actuar de Jesús… En primer lugar, la iniciativa es totalmente suya… Es Él quien siente compasión, Él quien lee el corazón de las personas y percibe sus necesidades más profundas, sin necesidad de que nadie se lo diga… Sin embargo, Jesús no hará lo que pueden hacer sus discípulos, no hará lo que podemos hacer nosotros… Él nos anima a dar de comer a la gente, a salir al paso de sus necesidades; nos anima a compartir lo que tenemos, aunque nos parezca poco; mejor aún, nos invita a poner lo que tenemos en sus manos, en las de Jesús, para que Él lo bendiga y lo multiplique, de modo que alcance para todos… ¡Ésta es la primera gran lección! Pongamos todo lo que somos y tenemos en sus manos para que Él lo bendiga y lo multiplique… De este modo, lo que somos y tenemos redundará en bien para mucha gente… En realidad, vivir así es vivir con una "espiritualidad eucarística": hacer de nuestra vida un ofrecimiento (igual que en el ofertorio se presentan el pan y el vino), de modo que, en manos de Jesús, todo lo que somos y tenemos, se convierta en vida para el mundo…

Y, sí, efectivamente, Jesús no sólo multiplica el pan y alcanza para todos, sino que, incluso, sobra… ¡Dios es "manirroto"!... ¡Seamos también nosotros generosos, como lo es Él!

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