domingo, 2 de agosto de 2009

Curación de un endemoniado mudo (Mt 9, 32- 34)

Es acertado que la Biblia de Jerusalén titule este relato no sólo como la curación de un mudo sino que señala que el beneficiado de la acción de Jesús era, antes que nada, un endemoniado; y, sí, efectivamente, su mudez era causada por algo ajeno a él mismo, por un “demonio”… De hecho, muchas de las cosas que nos “incapacitan”, no tienen un verdadero origen genético, sino más bien en la educación recibida, en circunstancias que nos rodean, en cosas ajenas a nosotros mismos… Cuántas veces nos han hecho creer que no servimos para nada o que somos tontos, o que… y eso nos ha inutilizado para toda la vida… Jesús nos viene a liberar también de esos condicionamientos y nos dice que, esencialmente, estamos bien hechos… y que muchas de nuestras incapacidades no son reales… ¡Podemos mucho más de lo que nos han hecho creer demasiadas veces! ¡Esos son los verdaderos demonios! Aquellos fantasmas que no nos dejan crecer y que tienen recortada nuestra vida con complejos… Y Jesús nos libera de eso porque cree en nosotros y nos anima a hacer aquello que deseamos profundamente, pero que no nos atrevemos… Nos libera de nuestros fantasmas, y liberados de ello, como el mudo, ¡oh sorpresa!, somos capaces…

Ésta es la última curación de Jesús en esta sección que hemos estado considerando, a la que hemos denominado Sección de los Milagros (cc. 8-9). Si vemos todas las curaciones en su conjunto, podemos entender mejor en qué consiste la acción sanadora de Jesús:

Total, diez milagros, igual que hay diez mandamientos… De este modo se expresa la totalidad… se nos presenta en qué consiste la fuerza sanadora de Jesús. ¿Y qué se nos dice: que para Jesús no hay nadie que esté excluido de su amor sanador: ni aquellos que están estigmatizados por la sociedad (leproso), ni aquellos que no pertenecen a nuestra cultura o religión (romano), ni las mujeres por el hecho de serlo (la suegra de Pedro)… La segunda serie nos dice que para Jesús no hay límites en su poder sanador: Jesús es más poderoso que todas aquellas fuerzas que nos parecen indomables: nuestros miedos (la tormenta), nuestros “demonios internos” (los endemoniados garasenos); en definitiva, todo lo que nos tiene paralizados (el paralítico)… Y, finalmente, Jesús aparece como el verdadero dueño de la vida, capaz de cerrar todas aquellas grietas por las que se nos va la vida, que nos quita vida la hemorroísa), incluso de dar vida a aquello que parece muerto, aquello a lo que muchos nos dicen que no hay nada que hacer (la hija del jefe de la sinagoga)… Pero no todo termina aquí… La serie de 10 milagros termina con dos curaciones especialmente significativas…

Si recordáis, esta sección, aunque orientada fundamentalmente a presentarnos a Jesús como El Sanador, tiene también dos narraciones que hablan del seguimiento: lo que hace falta para seguir a Jesús (8, 18-22) y la llamada a Mateo (9, 9). Esto no es casual. Con ello se nos dice que la experiencia del poder sanador de Jesús lo que desea es convertirnos en apóstoles, en misioneros, en pregoneros de su mensaje, en continuadores de su misma acción sanadora… Por eso, primeros necesita curarnos de nuestra ceguera, es decir, fortalecer nuestra fe (9, 27-31) y liberarnos de lo que nos impide anunciarlo abiertamente (9, 32-34)… De allí que, el capítulo siguiente, el 10, nos expondrá otro de los discursos de Jesús, el que dirige a los misioneros; pero de él hablaremos más adelante…

En este momento sería bueno preguntarnos: ¿He experimentado la fuerza sanadora de Jesús en mi vida? ¿De qué me ha sanado? ¿De qué necesito aún ser sanado/a? Pero no nos fijemos sólo en nuestras enfermedades físicas… veamos nuestras enfermedades internas, ni siquiera sólo las psicológicas sino las espirituales… Y dale gracias por todo lo que ha hecho en ti y pídele ser sanado de todo aquello que aún te impide seguirle con convicción y alegría…

1 comentario:

Unknown dijo...

Dios nos habla atreves de su palabra. Debo ceeerle a Dios. Por Graciansoy salvo ppr medio de la fe.
Ceerle a Dios ateaves de su palabra.