lunes, 19 de enero de 2009

Lo que hace falta para seguir a Jesús (Mt 8,18-22)

A partir del 3 de noviembre del año pasado, empezamos a ver la sección de Mateo que podría denominarse "sección de los milagros". Allí llamamos a Jesús "El Sanador", presentando de este modo una parte importante de su misión: dar la salud integral a todas las personas que se acercan a Él.
Ahora, después de haber hecho un paréntesis para centrarnos en el Tiempo de Adviento y el de Navidad, seguiremos profundizando en este aspecto. Empezamos, por tanto, el "segundo ciclo" de "milagros" (ver introducción), compuesto también por tres milagros: la tempestad calmada (8, 23-27),  los endemoniados gerasenos (8, 28-34), curación de un paralítico (9,1-8), enmarcados en dos relatos de vocación: Personas que quieren seguir a Jesús (8,18-22) y la llamada de Mateo (9,9-13). Aquí se va a poner de relieve, sobre todo, el poder de Jesús para enfrentarse a situaciones que nosotros experimentamos como incontrolables...
La sección empieza con lo que se suele titular como "Exigencias de la vocación apostólica". Allí se nos presenta a dos personas que expresan su deseo de seguir a Jesús. El primero es un escriba. Éste le dice: "Te seguiré adonde quiera que vayas", a lo que Jesús responde: "Las zorras tienen guarida, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza". El otro, en cambio, se trata de un discípulo, es decir de uno que ya es seguidor de Jesús pero que desea seguirlo más de cerca, aunque le dice: "Déjame ir primero a enterrar a mi padre", ante lo que Jesús le replica: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos".
En el primer caso, Jesús nos viene a decir que no bastan los buenos deseos para ser cristianos (a fin de cuentas, ser cristianos es seguir a Jesús, su camino, su propuesta, su estilo de vida). Seguir a Jesús, en principio, no nos da ninguna seguridad... Nosotros buscamos seguridad en las cosas que tenemos, en los logros que conseguimos: un trabajo, una casa, dinero en el banco... Jesús, en cambio, nos dice que seguirlo a Él implica renunciar a las seguridades... Nosotros buscamos "guaridas", lugares donde estar "seguros"; en cambio él no tiene ni siquiera donde reclinar la cabeza... Seguirlo a Él es depositar en él toda nuestra seguridad y confianza...
En el segundo caso, se trata de un discípulos que quiere dar un paso más aunque, al mismo tiempo, pone condiciones... Como cuando nosotros le ofrecemos al Señor muchas cosas pero, a la hora de la verdad... vamos posponiendo lo que ofrecemos... Y Jesús le advierte que quien pone excusas, por apararentemente justificadas que sean, no puede seguirlo pues, en el fondo, está atado...
¿Cómo es mi seguimiento a Jesús? ¿Me abandono en Él como mi única seguridad? ¿Qué condiciones le pongo para seguir su camino?
Ojalá puedas dedicar unos minutos estos días para sencillamente decirle: "Señor, quiero seguirte sin condiciones... haz de mí lo quieras..."

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