Según los estudios astronómicos, en el mes de diciembre del año 7 a.C. tuvo lugar una conjunción entre los planetas Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, en la cual los dos planetas parecían fundirse en un único objeto como se verifica en algunas ocasiones en las conjunciones entre planetas cuando se encuentran muy cerca entre sí. Tal fenómeno astronómico que sucedió ese año, ha determinado muy probablemente lo que ha sido interpretado como la estrella de los Magos.
En cuanto a la tradición que representa un cometa en el Belén, hay que considerar que en el evangelio de Mateo, el único evangelista que al contar el nacimiento de Jesús hace referencia a un cierto fenómeno celeste que habría guiado a los Magos hacia Belén, no se habla de un cometa sino de una estrella: “… hemos visto surgir su estrella y hemos venido a adorarlo.” (Mt 2,2)
Considerando que la del 7 a.C. fue una conjunción triple: en mayo, en octubre y la última en diciembre, los Magos, sacerdotes que estudiaban la bóveda celeste y que, al mismo tiempo, eran astrólogos y astrónomos provenientes de Persia, al observar la primera conjunción en mayo, probablemente pudieron calcular las conjunciones sucesivas para llegar a Belén a tiempo para la de diciembre.
Los estudios del astrónomo Kepler, que en 1603 observó una conjunción muy brillante de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, lo llevaron a calcular que dicho fenómeno se debió verificar también en el 7 a.C.
Así mismo, en 1902 el testimonio de la “Tabla Planetaria”, que consiste en un papiro egipcio sobre la ubicación de los planetas, confirma, mediante la observación directa de los estudiosos egipcios, que en el 7 a.C. se verificó una conjunción de Júpiter y Saturno muy brillante y visible en todo la zona del Mediterráneo.
Muchos de los estudiosos actuales, consideran que esta conjunción puede ser muy probablemente identificada con la estrella de los Magos.
La fecha del nacimiento de Jesús puede situarse muy verosímilmente en el año 7 a.C. por cuanto el monje Dionisio el Menor, que en el 516-526 d.C. introdujo nuestro actual calendario, cometió algunos errores: no insertó el año 0 entre los años 1 a.C. y 1 d.C., ignoró los cuatro años en los que Augusto reinó con el nombre de Octavio y omitió los dos años en los cuales el emperador Tiberio reinó en Siria como “collega Imperi”.
Ésta parece, por tanto, la hipótesis más verosímil entre las distintas hipótesis conocidas, si bien no tiene la pretensión de ser absolutamente cierta.
(De un escrito de la Basílica de San Marcos Evangelista en el Campidoglio – Roma)
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