lunes, 26 de enero de 2009

Jesús exorciza a dos endemoniados (Mt 8,28-34)

Después de haber vencido a la tormenta, Jesús y sus discípulos llegan a la otra orilla… Cruzar el lago no ha sido fácil… Siempre hay dificultades cuando se quiere ir más allá…  Pero, Jesús ha demostrado su poder sobre la tormenta, es decir, sobre las fuerzas del mal.

Nada más llegar, vienen a su encuentro dos endemoniados… Es curioso, pero aunque Jesús va acompañado de sus discípulos, es Él quien asume el total protagonismo, como si ellos estuvieran simplemente como espectadores…

Los “endemoniados” son personas poseídas por el demonio, por el mal; personas que han perdido el control de su vida y que están a merced de sus peores instintos… En realidad, no son personas porque no son libres… Por eso están presos de su rabia y viven en los sepulcros… como muertos en vida… Están de tal modo “deshumanizados”, que la gente les tiene miedo… ¡Cuántas veces también nosotros inspiramos miedo…! ¡Cuántas veces parecemos muertos en vida…! Y vivimos en la soledad y el ostracismo… Pero Jesús no huye… y mira a aquellos hombres con compasión… Y con autoridad manda a los demonios “salir” de ellos…

Llama la atención que los demonios van a terminar en unos cerdos… La razón es muy sencilla… Los “demonios”, el “mal”, no está en “el aire”, se encarna en personas, actúa a través de ellas… Igual que Dios nos necesita como instrumentos suyos para poder actuar, lo mismo sucede con el mal, necesita “posarse” en alguien para ser operante… Y en los cerdos se ve el destino de quien está a merced de las fuerzas del mal: el precipicio, la muerte…

Pidámosle al Señor ser librados de todo aquello que no nos deja ser personas, que nos tiene enajenados por dentro… nuestros odios, nuestros rencores, nuestras envidias, nuestras heridas… Pongámonos en sus manos, pues Él, sólo Él podrá devolvernos nuestra libertad verdadera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es notable observar en Jesus la compasion que sentia por todos sin excepcion alguna, incluso por los que estaban poseidos por el mal. Muestra palpable de la misericordia de Dios que es para todos, aun para los que sin voluntad propia sino del otro se dejan llevar por sus malas pasiones y sus intintos. Pero no todo esta perdido para ellos Jesus salva y libera con poder pues el ha venido para salvar lo que estaba perdido.