Puede que el título os resulte un poco "extraño", pero con él adelantamos el contenido de esta nueva sección del evangelio de Mateo, la denominada "sección de los milagros".
Así como en los capítulos 5-7 se nos presentaba a Jesús como "Maestro de Sabiduría", los capítulos 8 y 9, ponen ante nosotros a un Jesús que actúa, y cuya actuación trae la sanación integral de las personas que se le acercan... Sí, Jesús no es sólo un profeta que trae una palabra en nombre de Dios, sino alguien que trae la salvación, que trae salud... Pero, atención, Jesús no es sin más un "curandero", ¡no! Jesús, a través de sus milagros, pone de manifiesto la enorme compasión de Dios ante el sufrimiento humano, nos dice que el Padre nos quiere sanos, pero no sólo de cuerpo sino, sobre todo, de espíritu... Por eso, los milagros no pretenden ser una demostración de "poder" para "convencer" a nadie, sino una demostración de amor y de la fuerza sanadora de Dios cuando cada uno de nosotros dejamos que su amor y su Espíritu nos habite.
El c. 8 empieza de una manera muy sencilla pero muy "gráfica": "Cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre..."
En el c. 5, Jesús había "subido al monte" para hablar en nombre de Dios... Ahora "baja del monte" para tener contacto con el dolor y el sufrimiento humano... Dios es alguien que "baja" a nuestro encuentro, que viene donde nosotros estamos, que no tiene asco de nuestras miserias...
En el Antiguo Testamento bajó a liberar a su pueblo por medio de Moisés (Ex 3); en el Nuevo, "baja" encarnándose y haciéndose uno de nosotros... Y, actualmente, sigue "bajando" a nuestro encuentro con deseo de habitar por siempre en nuestra casa, en nuestra vida...
Acojamos a Jesús que baja y dejémonos encontrar por Él.
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