El tercer milagro que nos presenta Mateo es el de la curación de la suegra de Pedro… El relato es muy sencillo y parco en detalles… Sin embargo, aporta matices muy significativos…
En la curación del leproso, es el enfermo quien se acerca a Jesús; en el caso del criado del centurión, es su jefe el que intercede por su salud… En este episodio, en cambio, toda la iniciativa parte de Jesús… En la versión de Mateo, nadie intercede por esta mujer que está en cama con fiebre… Es Jesús quien la ve y se le acerca… Un gesto precioso y cargado de humanidad… La toca… la toma de la mano… ¡Y recordemos que es una mujer…! ¡Qué hermosa es la experiencia de sentirnos tocados por Jesús sin nosotros buscarlo ni pretenderlo…! ¡Cuántas veces hemos sido tocados por Jesús por pura iniciativa suya…!
Y, he aquí, que una vez sanada, la mujer se puso a servirlo… Mateo no usa un plural sino un singular… No es que la suegra de Pedro rápidamente se ponga a servirlos a todos, como haría cualquier ama de casa, más aún cuando tiene unos invitados… ¡No! La situación es que la mujer estaba postrada con “fiebre”… Y Mateo deja muy claro que, una vez recuperada, se pone al servicio de Jesús… Y, sí, éste no es un dato baladí… Con ello nos dice que el verdadero mal de la mujer, aquella “fiebre”, era algo que le impedía estar al servicio de Jesús y con la sola cercanía del Maestro viene liberada de lo que la tenía tumbada, sin capacidad de levantarse… Sí, la verdadera curación es la que nos sana de todo aquello que no nos deja estar plenamente al servicio de Jesús, de su causa, que no nos deja vivir de acuerdo al evangelio…
Una vez más, dejémonos tocar por Jesús y, como aquella mujer, pongamos toda nuestra vida a su servicio…
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