Hoy domingo la Iglesia celebra la Solemnidad de Cristo Rey del Universo. Con ello se cierra el Año Litúrgico y nos preparamos ya para empezar el nuevo ciclo, que inicia con el Adviento…
El nombre de esta fiesta a muchas personas les resulta bastante anacrónico… ¿Acaso se puede hablar de Jesús en estos términos: “Rey”? ¿Acaso el mismo Jesús no rechazaba este tipo de títulos? Pero no hagamos una crítica fácil… En la cruz colgaba un letrero que decía: "Jesús, rey de los judíos"… Y, ante Pilato, Jesús reconoció que Él era rey, pero que su reino no era de este mundo. Por tano, es mejor intentar comprender el sentido de esta celebración que darla por trasnochada.
La imagen del rey es una figura “arquetípica”, es decir, que de alguna manera está en nuestro consciente colectivo. El rey, en sentido originario, es aquel que “rige”, aquel que dice lo que debe “regir” la vida del pueblo (por eso da normas) y, por tanto, muy asociada a su figura, está el ser juez, pues es quien puede determinar qué es justo (derecho) o injusto. Por tanto, celebrar a Jesús como rey, es reconocerlo como centro, como eje, como aquel que rige nuestra vida personal, la vida social, etc…
El título de rey abarca muchos matices. Hoy, iluminados por el evangelio del día, vamos a centrarnos en la figura de Jesús como el Rey-Juez.
Si recordáis, el evangelio presenta la conocida como “Parábola del Juicio final”… Viene a decirnos que al final de la vida seremos juzgados… Y seremos juzgados por nuestras obras… Y no por cualquier obra, sino por las obras que hayamos hecho a favor de los más débiles y necesitados: los sedientos, los hambrientos, los encarcelados, los enfermos; es decir, por lo que tradicionalmente hemos conocido por “obras de misericordia”.
Éste es un aviso muy importante… Contaminados por la cultura actual, vivimos como si nuestras actuaciones no tuvieran ninguna consecuencia, vivimos sin hacernos plenamente responsables de nuestros actos, vivimos de manera tan egocéntrica que nos despreocupamos de los que sufren y padecen tantos tipos de necesidad… Y no ya en los confines dle mundo, sino a nuestro lado... Y Jesús nos dice, no sólo que existe otra Vida, sino que, aquella vida, está en estrecha relación con ésta… Y no para meternos miedo, sino para vivir con responsabilidad… Como decía San Juan de la Cruz: al final de la vida seremos juzgados por el amor…
Recuerdo que una vez en clase de teología un profesor nos dijo: “¿Os imagináis la felicidad de un alumno si supiera cuál va a ser la pregunta que le harán en el examen final?, no se entretendría en estudiar muchas cosas inútiles y se centraría en aquella sola. Y, mirad por donde, es lo que nos dice Jesús, la única pregunta que nos hará cuando nos encontremos cara a cara con Él será: ¿Amaste?”
Sí, toda la vida y enseñanza de Jesús se reduce a esto: enseñarnos a amar… ( y no en abstracto, sino como Él nos ama), y a expresar nuestro amor con obras… Obras sencillas, pero que a quien las recibe, pueden devolverle la vida.
Miremos nuestra vida a la luz de este evangelio y hagámonos esa pregunta: ¿Amas? ¿Cómo lo expresas?
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