Continuamos con el comentario de Mt 9, 18-26 que empezamos la semana pasada y nos centramos ahora en la resurrección de una niña de doce años.
La situación es realmente absurda, por imposible… Se acerca a Jesús un magistrado, es decir un judío importante; según los otros evangelistas, ni más ni menos que el jefe de la sinagoga. Da la impresión de que ha tenido una gran lucha interna pues ha tardado mucho en acudir a Jesús, tanto, que su hija ya ha fallecido… Y es comprensible… Acercarse a Jesús suponía ser considerado poco más o menos que un traidor, más aún, siendo el jefe de la sinagoga.
La petición que Jairo dirige a Jesús es una oración que bien podríamos hacer nuestra. Le dice: “Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá”… ¡Que fe más grande! La niña ya está muerta, humanamente hablando, ya no hay nada que hacer… pero queda un último recurso, acudir a Jesús… Él sí que puede devolverla a la vida…
Jesús, como en otras ocasiones, responde al requerimiento y acompañada a aquel pobre padre destrozado pero, al mismo tiempo, esperanzado… Al llegar a la casa, todo el ambiente ya huele a muerte… Están los flautistas, el gentío que acude a ver lo que ha ocurrido y a dar el pésame a la familia…
Mateo, como en todo su evangelio, es sumamente parco en detalles para dar realce a lo esencial… Se limita a recoger la afirmación de Jesús “La muchacha no ha muerto; está dormida”… Con ello no dice que la niña no hubiera muerto realmente sino que la muerte no es el punto de llegada, no es para siempre, es como un sueño del que despertaremos gracias a la acción vivificadora de Dios que es la Vida…
La escena es digna de imaginar… La gente se burla, pero Jesús, echada la gente, entra donde está la niña, la toma de la mano y ésta se levanta… ¡Impresionante…!
Pese a las burlas, Jesús ha entrado… No le importan los comentarios… Entra y toca el cadáver, acción que estaba prohibida en el judaísmo pues, tocar un muerto suponía convertirse en alguien impuro, contaminarse, como con la hemorroísa… Hermoso el gesto de tomarla de la mano y levantarla… No hace un acto de magia espectacular sino algo sencillo… y al contacto con Jesús, la niña muerta vuelve a la vida…
Y, ahora, ¿cuál es la enseñanza?
Este relato también nos habla de la fe… El padre acude a Jesús en una situación humanamente sin solución, creyendo lo que el ángel dijo a María: “Para Dios no hay nada imposible”… ¡Cuántas veces nuestra fe es tan pequeña! Hermoso el gesto del padre de ir a presentarle a Jesús la situación de su hija muerta… ¡Ésta es la oración de intercesión! La oración de petición en beneficio de otras personas llega al oído y al corazón de Dios y en no pocas ocasiones es concedida… ¡Atrevámonos a pedir por otros, a pedir por situaciones “imposibles”, con la confianza puesta en que Dios hará lo mejor para esa persona! Con esto no digo que Dios siempre actuará haciendo exactamente lo que le pedimos y como se lo pedimos, sino que la fe es la confianza de sabernos escuchados y tomados de la mano…
La resurrección de muertos que Jesús realiza en el evangelio tiene antes que nada un valor simbólico… Si fuera sólo prolongar nuestra vida en esta tierra supondría un poder limitado pues, tarde o temprano, moriremos… Lo que nos pone de manifiesto es el poder vivificador de Jesús que nos transmite la misma vida divina que es la que nos hará vivir para siempre, pues la vida no se termina en esta vida sino que hallará su plenitud cuando, al morir, volvamos a la casa del Padre…
Pidámosle al Señor acudir a Él como fuente y dador de vida, para superar tantas situaciones que parecen insalvables y para pedirle que comunique esa vida a tantas personas que nos rodean que viven como si estuvieran muertas.
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