lunes, 2 de enero de 2017

Yo también fui refugiado (Mt 2, 13-15)

Los días de Navidad suelen estar cargados de muchas emociones y, muchas veces, de sentimientos encontrados. Es una oportunidad para el encuentro, para felicitarnos, para olvidar viejas rencillas, para recordar a quienes están lejos o con quienes nos relacionamos menos, y a quienes enviamos una felicitación, un saludo, un abrazo; y también es tiempo de nostalgias, de rememorar a seres queridos que ya no están con nosotros...
En medio de todo este cúmulo de prisas y emociones, celebraciones y nostalgias, es importante recordar lo que estamos celebrando...
La Navidad es el gran anuncio cristiano de que Dios no es alguien lejano, no es una idea de los filósofos ni una ideología; no es un recurso en el que nos refugiamos o sobre quien proyectamos nuestros sueños o necesidades. No, Dios no es un invento, aunque siempre existe el riesgo de hacerlo a nuestra imagen. Dios es alguien que ha querido acercarse a nosotros, hablar nuestro lenguaje, el lenguaje de las palabras cariñosas, esperanzadas; el lenguaje de los gestos profundamente humanos, de la sonrisa, de la mirada llena de ternura. Dios, ese ser a quien es difícil imaginar, quiso hacerse de "carne y hueso", asumir nuestra debilidad, nuestra fragilidad, para que no tengamos miedo de ser débiles y frágiles. Y lo quiso hacer solidarizándose existencialmente con los últimos, para que nadie se sienta excluido del corazón de Dios, olvidado por Él... En Belén fue un "sin techo", fue un perseguido que tuvo que huir para salvar la vida y, en Egipto, la familia de Nazaret fueron unos refugiados...
Dios está cerca, muy cerca de nosotros y, si cabe, aún más cerca de los que sufren, de los olvidados... Él comprende nuestras tristezas y nos regala la alegría de sabernos amados... Tengamos la mirada y el corazón de Dios y veamos también en aquellos que llamamos "sin techo ", en los refugiados, en los que necesitan una palabra, un gesto de ternura y cercanía, personas en las que aquel Jesús niño está presente, pidiendo nuestro cariño, nuestra acogida y solidaridad.

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