Todos los textos del Evangelio pretenden no sólo contarnos la historia de Jesús sino, sobre todo, transmitirnos un mensaje... Dios se hace hombre para enseñarnos a vivir realmente como lo que somos...
El evangelio de este domingo nos narra la Presentación de Jesús en el Templo: "Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor" (Lc 2,22). Hermosa costumbre por la que todo primogénito era consagrado, ofrecido a Dios, como señal de reconocimiento de que era un don recibido por Él... Toda vida es un don, un milagro del Señor de la Vida... Don que debe ser acogido sin apropiárnoslo, pues todo hijo es, antes que nada, un hijo de Dios entregado a nuestro cuidado...
A continuación, se nos dice: "Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba" (Lc 2, 39-40).
Estas breves palabras nos narran lo que conocemos como la Vida Oculta de Jesús... Esos años en que Jesús va creciendo como persona, en que va madurando, va aprendiendo, se va "haciendo hombre"... Porque Dios no jugó a ser uno de nosotros, sino que realmente vivió como uno de tantos...
Hay algo que queda claro: Jesús crece, se hace persona, en el ámbito de una familia... No vive entre privilegios sino en una familia sencilla, donde aprenderá a hablar, a rezar... y a desempeñar un oficio, el de su padre... Por eso será conocido sencillamente como Jesús de Nazaret (por el pueblo en el que creció), el hijo de José el carpintero (no un noble, sino un artesano, un trabajador) o, simplemente como Jesús el carpintero (por su oficio)...
Jesús es hijo de María, una mujer sencilla pero profundamente religiosa y de gran interioridad. De ella se dice que "guardaba todas las cosas en su corazón"... Esas cosas que no siempre se entienden, pero que se acogen y se oran para aprender a descubrir su sentido a la luz de Dios...
Sí, Jesús es hijo de María y de José... De ellos aprendió todo lo que como hombre sabía... Ellos fueron para Jesús la Providencia, el rostro de Dios...
Celebrar esta fiesta es caer en la cuenta de la importancia de la familia como ámbito de crecimiento y de maduración personal... Los padres son llamados a ser el rostro paterno/materno de Dios para sus hijos, su amor providente...
Demos gracias hoy por nuestras familias, por las que nos hicieron crecer... Seguramente nuestros padres no fueron perfectos, pero nos alumbraron a la vida... Y quienes tengáis hijos, dad gracias por el don que supone el que Dios os haya confiado a sus hijos... Amadlos, cuidadlos y, sobre todo, ayudadlos a crecer como hijos de Dios...
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