Nos preparamos ya para la tercera semana de Adviento… ¡Cómo pasa el tiempo…!
Hoy os propongo que nos fijemos en el significado de las velas…
Las cuatro velas representan las cuatro semanas del tiempo de Adviento…
El irlas encendiendo poco a poco, una cada semana, nos ayuda a caer en la cuenta de cómo poco a poco nos vamos acercando a la Navidad, a la celebración del nacimiento de Jesús…
Pero, ¿por qué unas velas? ¿No podría ser otro objeto…?
¡Pues no…! El ir encendiendo las velas, pone de manifiesto la victoria de la luz sobre las tinieblas…
Jesús es la Luz del mundo, es el que vence todas las sombras y tinieblas que nos rodean o que enturbian nuestro interior… Es la Luz que nos ayuda a conocer el Padre; la Luz que nos permite caminar por el camino correcto… Por eso, para destacar este significado, se recomienda que las velas se enciendan por la noche; y si no puede hacerse a esa hora, que al menos se intente crear un ambiente oscuro.
Como ya os decía hace 15 días, originariamente las velas eran tres de color violeta y una de color rosa. El violeta significa nuestra actitud de conversión y penitencia para prepararnos a acoger el nacimiento de Jesús; en cambio, la rosa, es signo de alegría… Por eso, esta tercera vela que vais a encender este domingo es precisamente la rosada, puesto que el Tercer domingo de Adviento es el que conocemos como Domingo “Gaudete”, pues toda la liturgia está llena de alegría al acercarse el nacimiento del Salvador… Incluso antiguamente, el sacerdote llevaba una casulla de ese color…
Hoy, sin embargo, esta tradición se vive de modos diversos. Así, por ejemplo, en Suecia todas las velas son de color blanco y en Austria son de colores: violeta, rojo, rosa y blanco… En todo caso, siempre mantienen el mismo significado: Celebramos la luz que vence las tinieblas, a Cristo Luz del mundo, y vamos preparando el corazón para la gran fiesta que se aproxima…
Para este tercer domingo de Adviento os propongo que recéis esta oración al encender la tercera vela:
En las tinieblas se encendió una luz,
en el desierto clamó una voz.
¡Alegraos! ¡El Señor va a llegar!
Preparad sus caminos, porque ya se acerca.
Adornad vuestro corazón
como una novia que se engalana el día de su boda.
¡Ya está cerca…!
Como Juan el Bautista, el mensajero…
Él no es la luz, sino el que nos anuncia la luz
que ya despunta en el horizonte.
Cuando encendemos estas tres velas
cada uno de nosotros quiere ser
antorcha tuya para que brilles,
llama para que calientes.
¡Ven, Señor, a salvarnos,
envuélvenos con tu luz, caliéntanos en tu amor!
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