sábado, 17 de diciembre de 2011

IV Domingo de Adviento (Ciclo B): “Ven, Señor, no tardes más”

Ahora sí que estamos a las puertas de la Navidad… Todo el ambiente nos habla de fiesta… Las luces, los regalos, las cenas, los belenes que aún pueden contemplarse en nuestros pueblos y ciudades… Recuerdo una amiga que por esta fechas decía que el ambiente le “olía” a Navidad… Y, sí…, a pesar de vivir en una sociedad que quiere eliminar toda referencia a lo religioso, en estos días la presencia del Dios que se hizo hombre lo invade todo… Ayudemos también nosotros a resaltar el sentido de esta fiesta...  Deseémos con alegría a cuantos encontremos en nuestro camino ¡Feliz Navidad!... 
Esta cuarta semana de Adviento se fija de manera particular en María… Ella es la figura, central… Ella nos enseña a acoger a Jesús, como ella lo acogió en su vientre y en su vida… Ella, a punto de dar a luz la Vida, nos enseña que la realidad está preñada de vida porque Dios está en medio de nosotros… Ella, la mujer de la espera, es modelo y estímulo de nuestra espera.
Una vez más, las diversas lecturas de la liturgia de hoy están íntimamente relacionadas…
En la I lectura, David expresa su deseo de construirle a Dios una casa (2Sm 7,1-16)… Los seres humanos siempre hemos tenido la pretensión de construir lugares donde Dios habite… Y se nos olvida que Dios habita en todas partes… El mundo entero es un templo; cada persona es un templo vivo, habitado por el Espíritu… Por eso, Dios no acepta ese ofrecimiento…
En la II lectura, Pablo nos dice que Jesús es la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos (Rm 16,25-27)… Sí, Jesús es el rostro de Dios, aquel rostro que tantos han querido contemplar y que en Él, en ese niño pequeño, se hará visible…
Y el evangelio nos narra la Anunciación (Lc 1,26-38)… Un mensajero de Dios es enviado a un lugar recóndito del planeta, una aldea pequeña llamada Nazaret… Sí, amigos, Dios tiene puestos sus ojos en lo pequeño… Para Él no hay nada que escape a su mirada… Más aún, parece sentir predilección por lo que para la gran mayoría pasa desapercibido… Y se dirige a una joven apenas desposada… Entra de puntillas, casi pidiéndole permiso, para poder anidar en su vientre y correr la aventura de hacerse hombre… Y aquella sencilla mujer judía, casi una niña, lo acoge… ¡Ésa era la casa que Dios buscaba…! ¡Ésa es la casa que sigue buscando…! No la casa hecha de mármol o materiales preciosos, sino nuestra casa, nuestra vida…
En estos pocos días que nos quedan para volver a hacer presente este milagro de un Dios que se hace Niño, pongamos especial énfasis en la acogida… Acojamos a Dios que quiere habitar en mi vida, y acojamos a tantos hombres y mujeres que vagan en el mundo buscando alguien que los mire, que los escuche, que los acoja, que los haga sentirse personas y que les recuerde que ellos son los predilectos de Dios… Y animémonos y animemos a nuestros familiares y amigos a participar en la Misa de Medianoche...

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