Continuando con nuestros comentarios a los relatos de las apariciones de Jesús resucitado que aparecen en el evangelio de Juan, precisamente para ayudarnos a vivir más conscientemente este Tiempo Pascual, llegamos al último capítulo..
Todos los exegetas coinciden en que el capítulo 21 en realidad es un Apéndice, escrito después de la redacción de todo el cuarto evangelio. Sin embargo, el que sea una especie de “añadido” no sólo no le resta valor, sino que pone de manifiesto que, si se añadió, fue porque había algo importante que aún quedaba por decir. Así mismos, todos coinciden en que es un relato “eclesial”, por cuanto nos habla de la Iglesia.
Comienza diciendo: “Se apareció otra vez Jesús a sus discípulos”… La precisión temporal es más vaga o, mejor, más abierta… Con ello se nos intenta decir que esa aparición podría situarse en cualquier momento, dado que Jesús está permanentemente entre nosotros y, de vez en cuando, se deja ver… Y se aparece no ya a María Magdalena o sólo a los Doce, sino a un grupo de discípulos, es decir, se hace presente no sólo a un grupo privilegiado, sino a un grupo de cristianos, entre los cuales están algunos de los Doce, pero, otros, son sencillamente seguidores de Jesús, como nosotros. Por tanto, se nos está narrando no tanto un hecho pasado, cuanto el modo en que Jesús suele hacerse presente entre nosotros, también hoy…
En esta ocasión los discípulos ya no están encerrados con miedo sino que salen a pescar… La Iglesia, los cristianos, no debemos estar encerrados en un gueto o metidos en nuestro mundo, sino que debe lanzarnos a la mar, en medio del mundo, para “pescar” (recordemos que es el término que Jesús utilizaba para hablar de la misión de los apóstoles: “os haré pescadores de hombres”). Y el texto refleja muchas de nuestras experiencias en las que sentimos que, aunque trabajamos mucho, no pescamos nada…
Y es en ese momento, cuando Jesús se hace nuevamente visible en la orilla… Él no está en la barca pescando; somos nosotros quienes realizamos en primera persona el trabajo; pero Él está allí, acompañándonos con su mirada, siguiendo nuestros pasos, nuestros trabajos, nuestras dificultades y esos momentos en los que sentimos que todo lo que hacemos no tiene sentido, no da resultado… Y entonces les dirige (¡nos dirige!) una palabra: “Echad la red a la derecha”… Y, ellos, pescadores experimentados, no se dejan llevar por lo ya sabido, ¡allí no hay peces!, si no que siguen la palabra de Jesús y obtienen una pesca abundantísima… Con ello se nos invita a escuchar la palabra de Jesús, estar abiertos a las inspiraciones de su Espíritu para seguir sus indicaciones…
Luego viene el detalle en el que Jesús tiene preparadas unas brasas… pero pide a los discípulos pescado… Una vez más confluyen de manera admirable la acción de Dios y la nuestra… ¡Él quiere nuestro pescado, como en la multiplicación de los panes y los peces! ¡Y Él nos espera en la orilla para reponer nuestras fuerzas! Esta imagen evoca, una vez más, la Eucaristía, esa reunión en torno a Jesús en la que nos alimenta con su cuerpo y con su sangre y en la que se nos hace especialmente presente…
Ojalá el Señor no dé la gracia de experimentarlo, también nosotros, acompañándonos en nuestro trabajo y, presente, en cada eucaristía, reponiendo nuestras fuerzas para seguir faenando en el mar de nuestro mundo…
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