jueves, 15 de diciembre de 2016

Abramos los ojos y miremos con el corazón. (Lc 7,24-30)

En estos días previos a la Navidad, solemos salir a mirar las ciudades iluminadas, los belenes, los comercios... Nos encantan las luces, los adornos, los arreglos... Hoy Jesús en el evangelio lanza una de esas preguntas que nos hacen pensar y despiertan nuestra consciencia. Vuelto a quienes le escuchan, y refiriéndose a Juan el Bautista, les dice: "¿qué salisteis a mirar?, ¿una caña sacudida por el viento?, ¿un hombre vestido de lujo...?" Pocos supieron ver en profundidad a Juan y descubrir en él la persona que lo que quería era preparar el camino al Señor, disponer los corazones para acogerlo y la mirada para descubrirlo...
Esta misma pregunta nos la podríamos hacer hoy: cuando salimos a mirar las luces, los belenes, los comercios..., ¿qué vemos? ¿Nos quedamos en los exterior, en la apariencia, sin duda hermosa, o vemos detrás de todo ello lo que estamos celebrando? Las luces nos hablan De Dios que quiere iluminar nuestra oscuridad; los regalos, de Dios, que nos hizo el gran regalo de su Hijo y que, por eso, nos invita a regalarnos unos a otros, a ser agradecidos... Y cuando vemos los belenes, podemos ver la obra de arte, el trabajo... y, más allá, la rememoración de aquel día maravilloso en que Dios quiso venir a vivir entre nosotros para ya no irse nunca más...
Abramos los ojos y miremos con el corazón. 

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