viernes, 9 de diciembre de 2016

Adviento, tiempo de alegría. (Mt 11, 16-19)

El mes de diciembre es un tiempo con un colorido especial. Las ciudades están llenas de luces y de color. Todo "huele" a Navidad... Por eso es importante no olvidar lo que estamos celebrando: Hace ya más de dos mil años, Dios quiso visitarnos, tener la experiencia de ser como uno de nosotros, saber "en carne propia" lo que es ser hombre. Y, al mismo tiempo, quería decirnos cómo es El realmente... Siempre existe el riesgo de "imaginarnos" a Dios y de hacerlo a nuestra "imagen y semejanza". De allí que, para conocer a Dios, basta contemplar a Jesús: qué hace, qué siente, qué le gusta...
El evangelio de hoy nos presenta a un Jesús que come y bebe, a un Jesús que se sienta a la mesa con la gente y que celebra, y eso hizo que muchos dijeran de Él que era un comilón y un borracho. Muchos se escandalizan de esa actitud, también ahora. Sin embargo, con este modo de actuar, Jesús nos muestra un rasgo de Dios: Dios es alguien a quien le gusta nuestras celebraciones, le gusta que nos reunamos, que tengamos fiesta... Hagamos, por ello, de nuestras reuniones de Navidad, una ocasión de encuentro, de amistad, de acción de gracias. Y, recordemos, a Aquel por quien nos reunimos y celebramos: Jesús, que nos muestra el rostro amable, alegre y bondadoso de Dios.

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