6 de enero…
Hoy es el día de la Epifanía del Señor, el día en que celebramos su
manifestación a los gentiles… Y cuando decimos “gentiles”, no queremos decir
necesariamente “no creyentes” sino personas que aún no conocen a Jesús…; y no
pocas veces somos los que nos confesamos creyentes quienes no lo conocemos…
Los Magos
representan a esas personas que buscan… que buscan algo más… que no están
satisfechas con lo que ya saben o conocen… que saben que aún les queda mucho
por descubrir… que buscan algo que de verdad dé sentido a sus vidas… No buscan
riquezas, ya las poseen… No buscan más conocimientos, ya los tienen… Buscan esa
sabiduría profunda que solo se halla cuando tenemos un encuentro personal con
Dios, sabiduría infinita, vida plena, amor desbordante…
Y porque
buscan, porque su corazón está inquieto, descubren aquella estrella… Cuando
buscamos, siempre aparecen estrellas en nuestro camino, pequeñas chispas, luces,
inspiraciones… algo que nos permite atisbar una pista en el camino que puede
dar respuesta a nuestras preguntas existenciales… Y, entonces, deciden seguirla…
Es ahí cuando verdaderamente comienza la historia, cuando nos decidimos a
seguir aquellas pequeñas luces e inspiraciones y nos ponemos en camino, cuando nos
atrevemos a seguirla, aunque no sepamos dónde nos va a conducir…
La tradición
nos dice que aquellos magos eran tres… La búsqueda no se realiza en solitario,
el camino es más fácil cuando es compartido con otros buscadores, con otras
personas que comparten nuestras mismas inquietudes… Juntos es más fácil superar
las dificultades, los desalientos que, sin duda, se dan en nuestro caminar…
Llega un
momento en que aquella estrella se detiene en Jerusalén… la ciudad santa… Eso
les permite conocer a aquellos que eran capaces de descifrar el mensaje de la
estrella, pues conocían las profecías… Meditar sobre esto me produce tristeza y
me inquieta… Aquellos sacerdotes sabían mucho sobre Dios, pero no lo conocían
realmente… Su fe no alentaba su vida, no calentaba su corazón, no los ponía en
camino ni en búsqueda… Su fe les daba seguridad, la seguridad de lo ya sabido…
Sin embargo, aún así, eran capaces de conducir a otros… ¡Qué gran misterio!
Dios puede servirse de nosotros para iluminar a los demás a pesar de nuestras
propias oscuridades… Y aquellos judíos, les señalan el camino… Debemos ser
agradecidos con todos aquellos que, pese a sus limitaciones, nos han conducido
hacia Jesús…
Pero no
quedan seducidos por aquella sabiduría de las escrituras, y aquellos magos
continúan su camino… La estrella vuelve a lucir en el firmamento y se detiene
en Belén, sobre una pobre gruta en la que han hallado cobijo un matrimonio y su
hijo recién nacido… Y aquellos sabios, no se dejan engañar por las apariencias…
Porque, ¿acaso en medio de tanta carencia pueden encontrar aquello que están
buscando? ¿Pueda una cueva de animales albergar la sabiduría? Trascienden las
apariencias porque se dejan guiar por la estrella, por su corazón, por aquella
luz que brilla con fuerza en su interior y les permite ir más allá… Y aquellos
magos, aquellos sabios, aquellos reyes, se postran ante Jesús…, reconocen en
aquel niño la sabiduría infinita, el amor desbordante, a Dios hecho visible
ante ellos… Y ante Él, solo cabe postrarse y adorarlo, reconocerlo como nuestro
centro, nuestro Señor, nuestro Salvador…
Y le ofrecen
oro –sus bienes, lo que tienen–, incienso –su oración, su entrega–, y mirra –su
fragilidad, su pequeñez–… Lo que son y lo que tienen…
Qué hermoso
relato… Cuán lleno de sabiduría… Y qué
sencillo y clarividente…
Atrevámonos a
seguir las estrellas que Dios pone en nuestro camino, nuestros sueños, nuestras
intuiciones, nuestras búsquedas… Pongámonos en camino junto a otros peregrinos,
junto a otros buscadores de infinito, de Dios… Preguntemos a los “sabios y
entendidos”, pero no nos quedemos enganchados a ellos ni decepcionados por sus
debilidades e incoherencias… Continuemos siguiendo su estrella… Sin duda, Dios
nos conducirá ante Él… Y no nos dejemos engañar por las apariencias… En lo
sencillo, en lo frágil, en lo que con tanta facilidad descartamos se pueden
esconder los tesoros más preciosos… Y ofrezcámosle nuestra vida: nuestros
dones, nuestros bienes (oro); nuestra oración, nuestras búsquedas (incienso) y
nuestra fragilidad (mirra)… Él lo recibirá todo agradecido y, a cambio, se nos
dará a sí mismo… ¿Acaso no ves cómo te sonríe?
¡Feliz día de
Reyes…!
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