1. LEE: Jn 13, 31-35
En este quinto domingo de Pascua, se nos recuerda el mandamiento principal de los cristianos: amarnos los unos a los otros. Es algo tan esencial, que san Agustín llego a decir: «Ama y haz lo que quieras» pues, quien ama, solo hará el bien. Jesús, además, se nos presenta como “criterio” y “medida” del amor. Amar, sí, pero cuánto, a quién, hasta dónde. Y la respuesta es: «como Yo los he amado». Y cómo nos ha amado Jesús: hasta dar la vida, siempre, a todos (incluidos sus enemigos).
Recordemos la ley de bronce: «ojo por ojo y diente por diente». Esto fue ya un gran avance para la humanidad, pues se trataba de dar una respuesta proporcionada (si te quitan un ojo, no le quites tú dos sino solo uno). La ley de plata representa un nuevo avance ético: «no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti». La ley de oro: «haz al otro lo que quieres que te hagan a ti» expresa una actitud proactiva; no solo se trata de evitar hacer el mal sino de hacer positivamente el bien. La propuesta de Jesús las supera a todas. Por eso puede decir que es un mandamiento «nuevo». Ya no se trata solo de dar una respuesta proporcionada o de no hacer el mal o, mejor, hacer al otro lo que a me gustaría que me hiciera a mí sino de amar como Jesús me ama.
Si nos fijamos, llama poderosamente la atención que Jesús no dice: «ámenme a mí como yo los he amado», sino que lo que nos pide es amarnos entre nosotros. Respondemos al amor de Dios, amando a los demás. Fue lo que el mismo Juan dijo en una de sus cartas: «no podemos decir que amamos a Dios, a quien no vemos, si no amamos a nuestro hermano que está a nuestro lado». Lo que Dios quiere, su voluntad, es que nos amemos los unos a los otros... Y, ¿cómo?, pues como Él mismo nos ha amado...
Estas palabras las dijo Jesús en el contexto de la Última cena, cuando Judas ya ha decidido entregarlo y después de haber lavado los pies a sus discípulos, incluido el traidor. Se trata, por tanto, de un amor que se expresa en el servicio y que incluye a todos.
Los primeros cristianos entendieron esto tan bien, que el amor era su distintiva. Quienes los conocían, decían de ellos: «miren cómo se aman»... Morían incluso perdonando y bendiciendo a quienes los martirizaban... Por eso, el amor es lo que debe distinguirnos a nosotros.
2. MEDITA
- ¿Puedo decir que amo como Jesús me ama a mí o pongo límites al amor (a unos sí, a otros no… a veces sí, a veces no… depende…?)
- ¿Pueden reconocerme, por mi modo de amar, como discípulo de Jesús?
- ¿Voy creciendo en amar como Jesús me ama? ¿Qué me falta?
3. ORA:
- Haz silencio en tu interior...
- Dialoga con el Señor...
- Pídele... Dale gracias...
4. COMPROMÉTETE:
- ¿A qué te invita su Palabra?
- ¿Qué podrías mejorar o cambiar? Decide cosas concretas.
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