viernes, 6 de mayo de 2022

IV Domingo de Pascua (Ciclo C): "Mis ovejas escuchan mi voz" (Jn 10, 27-30)

 

1. LEE: Juan 10, 27-30.

Las breves palabras del evangelio de hoy, están en el contexto del discurso de Jesús sobre el Buen Pastor (Jn 10,1-18). Esta figura nos resulta muy ajena a nuestra cultura urbana; sin embargo, era muy cercana para los oyentes de Jesús, pues en Palestina era un oficio muy conocido. Resulta tan familiar y significativo, que en el Antiguo Testamento, Dios identificó a los dirigentes y a sí mismo muchas veces con ella; los dirigentes están llamados a ser como el pastor para las ovejas y se hace una crítica muy fuerte a quienes no actúan así. Por eso, una de las características del Mesías sería precisamente esa, ser el pastor que todos esperan y, de hecho, Jesús se presenta a sí mismo así: Yo soy el Buen Pastor.

La imagen del pastor alude al cuidado. Decir que Jesús, que Dios es un buen pastor, quiere decir que es alguien que cuida de nosotros, que vela por nuestro bienestar. Basta leer el hermoso salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me falta".

Ahora bien, si Él es el buen pastor, nosotros estamos llamados a ser ovejas de su rebaño. Hoy, lamentablemente, la imagen del rebaño es muy negativa. En este texto, no. Sabernos "sus ovejas" es sentir que le pertenecemos, que estamos en buenas manos, en manos de alguien que será capaz de dar la vida por nosotros si es necesario. Y, en cambio, lo único que nos pide es que reconozcamos su voz entre otras voces y la sigamos. Llegar a tal familiaridad con su Palabra, que la sepamos distinguir entre mil voces, ¡esto es el discernimiento!, discernir qué voces, qué llamadas, qué invitaciones vienen de Dios, para seguirlas y qué, en cambio, no viene de Él sino que, al final, solo nos hará daño.

En un mundo en el que el lema parece ser "sálvese quién pueda" y que cada uno cuide de sí mismo, el evangelio de hoy nos dice que no estamos solos ni abandonados a nuestra suerte, sino que estamos en manos de un Buen Pastor, de un Padre amoroso que, como buena madre, vela siempre por nosotros.

2. MEDITA:
  • ¿Dónde y cuándo escucho la voz de Jesús en mi vida diaria? ¿En su Palabra, en personas, en situaciones… ¿ ¿Cuáles…?
  • ¿Siento correr en mí esa “vida” que viene de Jesús?
  • ¿Qué obstáculos experimento que me “roban” plenitud de vida?
3. ORA:
  • Haz silencio en tu interior...
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele... Dale gracias...
4. COMPROMÉTETE:
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar? Decide cosas concretas.

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