viernes, 29 de abril de 2022

III Domingo de Pascua (Ciclo C): "¿Me amas?" Cuida de tus hermanos y hermanas (Jn 21, 1-19)

1. LEE: Juan 21,1-19

Jesús se “manifiesta” (se hace visible, experimentable) nuevamente (se insiste en ello tres veces). Ya no en domingo, como las veces anteriores, sino en un día cualquiera, un día “laborable”, pues Él se puede manifestar en cualquier momento, en momentos ordinarios, cotidianos, en el día a día. Y no “dentro de la casa”, sino “fuera”, pues nuestra vida se desenvuelve “dentro” y “fuera”, con momentos de vida en común y de actividad misionera. La presencia de Jesús se requiere en ambas. Sin él, ni la comunidad ni la misión funcionan.

Los discípulos están juntos, hombres y mujeres. Esto ha sido ya efecto de la resurrección de Jesús... Están juntos discípulos y discípulas... Donde está Dios, hay unidad...

No están todos; están 7... Tampoco es necesario estar todos juntos... Los 7 representan a toda la comunidad...

Simón Pedro toma la iniciativa de ir a pescar; lo expresa, no da órdenes, y los demás deciden acompañarlo... Ya no solo son discípulos; son compañeros... Faenan juntos, en la misma barca...

Esa noche no pescan nada. Al amanecer, estaba Jesús en la orilla... Estaría allí todo el tiempo, toda la noche, siguiéndolos con la mirada, como aquella vez que atravesaron esa tempestad terrible... Pero, al ser de noche, no lo ven... ¡Qué difícil es ver al, Señor, en la noche...! Pero está ahí, atento a lo que nos acontece...

De repente, un desconocido les dice que echen la red a la derecha. Ya no discuten, sencillamente aceptan la sugerencia de aquel hombre misterioso... y se produce el “milagro”... ¡Cuántas veces nos habla a través de “desconocidos”! Por eso, hay que aprender a escuchar todas las voces... Y, al ver los “resultados”, queda patente que ha sido obra suya... En aquel desconocido, hablaba el Señor...

De inmediato solo lo reconoce el discípulo amado, aquel que tiene esa relación cercana, amorosa, entrañable con Jesús... Y, gracias a él, los demás...

Luego, ya en la orilla, se nos presenta una escena sencilla, cotidiana... El Señor se manifiesta en la sencillez de la hospitalidad. A quienes vienen de trabajar, Jesús les tiene preparada una comida caliente y, además, valora el fruto de su trabajo y les pides parte de lo que han pescado... Se manifiestas en la mesa, en el trabajo, en la vida compartida... No lo “ven”, pero lo perciben, lo reconocen en aquellos gestos... Con ello se nos invita a aprender a mirar con los ojos del corazón... El Señor no se manifiesta con truenos y relámpagos o con apariciones deslumbrantes, sino en gestos sencillos de amor, de preocupación por el otro, de cercanía... Se manifiesta así, y es así como, a su vez, nos invita a manifestarlo.

A continuación, hay un diálogo entre Jesús y Pedro. No hay reproches, solo una pregunta: «Pedro, ¿me amas?». El verbo que utiliza es “ágape”. Es un verbo fuerte, comprometido... Supone un amor incondicional, oblativo, desinteresado, gratuito... ese amor que solo tiene Dios, tal vez una madre... un amor que permanece fiel, que no depende de la reciprocidad... Tal vez por eso Pedro responde con el verbo “filía”, que denota un amor de amistad, hecho de reciprocidad, de compañerismo… En todo caso, Jesús insiste en preguntar a Pedro acerca de sus sentimientos hacia Él, del tipo de relación que mantiene con Él... Ahí se juega todo… Y, al final, Jesús lo que desea es que Pedro le manifieste ese amor en el cuidado hacia sus hermanos y hermanas que le son encomendados…

2. MEDITA
  • ¿Experimento la presencia de Jesús en medio de mis tareas cotidianas?
  • ¿Me siento amado por Jesús en mi debilidad e incoherencias?
  • ¿Adónde y a quiénes me envía hoy el Señor?
3. ORA
  • Haz silencio en tu interior...
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele... Dale gracias...
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar? Decide cosas concretas.

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