El Sábado Santo representa el "día después"... El día en que empezamos a ser conscientes de lo que ha pasado... Ese día terrible en el que nos quedamos solos y vienen a nosotros un alud de pensamientos y sentimientos... El día en el que, superado el shock inicial de los acontecimientos, nos preguntamos "por qué", "qué es lo que realmente ha ocurrido..."
Cristo ha sido sepultado, desciende a lo profundo de la tierra, como el grano de trigo, como la semilla que espera a dar fruto. La afirmación de que Cristo fue sepultado es una manera de reafirmar que su muerte fue real. En el Credo se dice que “descendió a los infiernos”; es decir, su amor, su misericordia, su ámbito de influencia no tiene fronteras, ni en esta vida ni en la otra... No hay lugar, por desgraciado que nos parezca, donde Dios no pueda llegar, de donde Él no nos pueda rescatar. Esta certeza es una gran fuente de confianza y esperanza…
El Sábado Santo no se celebra la Eucaristía en ninguna parte del mundo; ni siquiera se da la comunión. Es el modo de expresar litúrgicamente la muerte de Jesús.
En medio de este silencio, del desconcierto, la huida y la decepción de muchos, destaca la figura María. Por eso es también el día de acompañar a María en su soledad, de acompañarla en su dolor y en silencio. En ella contemplamos la confianza inquebrantable, la fuerza de esperar y el amor incondicional. No sabe cómo, pero tiene la certeza de que Dios se hará presente.
Hoy es un día de sentir a María como nuestra Madre y de acogerla en nuestra casa, en nuestra vida, de hacer realidad las palabras de Jesús: “He aquí a tu Madre”. Es un día de sentir su protección y su amor maternal.
María es la Madre Dolorosa, aquella a la que una espada de dolor le atravesó su corazón… No solo el viernes santo, sino en tantos momentos de su vida… Cuando corrió el riesgo de ser apedreada, cuando no encontraban lugar en la posada, cuando tienen que huir a Egipto, cuando Jesús con apenas 12 años se queda en el templo, cuando ve las hostilidades que se ciernen sobre su hijo cuando sale a la vida pública, cuando, finalmente, lo ve repudiado, torturado, crucificado… Ella, que al nacer lo tuvo en su regazo, lo ha vuelto a recibir al bajar de la cruz y lo ha dejado en el sepulcro… Por eso, ella es capaz de comprender nuestros dolores y sufrimientos… Sabe lo que es perder un hijo… Por eso, también nosotros podemos abandonarnos en su regazo… Ella es la mujer fuerte que nos enseña a esperar y a confiar… Dios es fiel, no nos abandona nunca y tendrá la última palabra…
Hay una hermosa oración que dice así:
María, tú nos enseñas:
- Que el dolor no procede de Dios porque Dios nos llama a la vida plena, a la felicidad que no tiene fin.
- Que nosotros somos quienes sembramos oscuridad y muerte cuando nos negamos a amar.
- Que el dolor no debe endurecernos ni amargarnos, sino que nos debe hacer comprensivos y asequibles con otros que también sufren.
- Que Dios nos llama a colaborar con Él para aliviar el dolor y el sufrimiento.
- Que es posible aceptar aún las situaciones que no podemos entender…
- Que encontrar el sentido del dolor y de la muerte es encontrar la sensibilidad de la libertad…
- Que es posible seguir amando siempre y en todo momento…
- Que asumir la muerte y el dolor del hermano es hacerte uno con él y caminar por el mismo sendero.
- Que amar en plenitud, al estilo de Jesús, es estar convencidos de que hay que dar la vida por el que se ama.
María, tú vienes ahora con nosotros, conmigo, con los de casa, con todos los que sufren para que la oscuridad de la ruta no nos pierda, para que la dureza del trabajo no nos canse, para que la Luz de la casa del Padre nos alumbre siempre.
Sábado Santo, un día para meditar en silencio y preparar el corazón para la Vigilia Pascual que celebraremos esta noche…
1 comentario:
En el silencio nos comunicamos con Dios, luego sentimos lluvia de bendiciones!!
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