El Viernes Santo rememoramos la muerte de Jesús. Es un día intenso, cargado de sentido… Desde el principio aparece como un día de luto y ayuno.
La liturgia de hoy se centra en la Celebración de la muerte de Jesús y la Adoración de la cruz. Con ello, se nos invita a meditar sobre el sentido de su muerte, y no cualquier muerte, sino una muerte humillante, cruel.
La crucifixión de Jesús fue el resultado de un prolongado enfrentamiento con las autoridades judías. Con sus obras y su mensaje, Jesús se presenta no sólo como el Mesías, sino como el Hijo de Dios: perdona los pecados, critica algunas interpretaciones de la Ley y de las prácticas judías. Por eso fue acusado de blasfemo. En el fondo, sus planteamientos suponían una crítica profunda a todo el sistema religioso de la época.
Jesús fue condenado por los judíos en un juicio apañado, pero fue crucificado por los romanos, pues los judíos no tenían poder para dar muerte y necesitaban la autorización de Roma. Por eso transformaron los cargos de Jesús, de carácter religioso (Hijo de Dios; es decir, blasfemo) en cargos políticos (Rey de los judíos, subversivo, ir contra el César). Su muerte fue una cadena de responsabilidades… Anás y Caifás se lo pasan a Pilatos, este a Herodes, y, finalmente, al pueblo… Así, quedaba diluida la responsabilidad… como también sucede en la actualidad…
Jesús muere no porque Dios lo quisiera así o para pagar una deuda por nosotros, sino que muere porque se atreve a romper los esquemas de una sociedad que esclaviza al hombre y eso, al que detenta el poder no le gusta… Y, sí, quien vive así, coherente, acaba perseguido, arrestado, torturado, asesinado…, como tantos profetas y mártires a lo largo de la historia.
Con todo, no es un día triste, es un día en que recordamos y agradecemos una vida entregada hasta el final, un amor que es capaz de amar hasta dar la vida. Por un lado, contemplamos la crueldad de la humanidad, capaz de matar a un inocente sin que le tiemble el pulso y sin el menor remordimiento, hasta al mismo Dios; pero contemplamos también a Dios, capaz de seguirnos amando incluso cuando damos muerte a su propio hijo. La muerte de Jesús en la cruz es la expresión de una vocación vivida hasta el final, hasta las últimas consecuencias... Un amor capaz de pasar por el dolor, el sufrimiento, la traición, la soledad, la muerte... La cruz es la gran denuncia de la muerte de tantos inocentes, también hoy, de nuestros silencios cómplices, de nuestras cobardías, y es la máxima prueba de que Dios nos ama. Por eso, necesitamos que el Señor nos conceda la gracia de no quedarnos en el sufrimiento, en una compasión superficial, sino de penetrar en el corazón de Jesús y ver todo el amor que desprende…
En la muerte de Jesús contemplamos la realización del proyecto de Dios sobre la persona humana. Jesús nos dice cómo se es hombre y mujer de verdad. Él fue el hombre transformado por el espíritu de Dios y que ha respondido hasta el final amando, es aquel que es capaz de entregarse voluntariamente por amor a los demás, que vence el odio extendiendo el amor hasta el último momento a los mismos enemigos que le dan muerte. Es así como se convierte en fuente de vida… y es así como estamos llamados a vivir nosotros…
Esto es lo que celebramos en la liturgia de hoy, una liturgia sobria, austera, profunda…
El día de hoy no se celebra la eucaristía, si bien existe la posibilidad de recibir la comunión con las formas consagradas el día anterior.
La celebración consta de tres partes: la liturgia de la Palabra, la adoración de la cruz y la comunión. Hoy se lee la pasión según san Juan. La liturgia de la Palabra concluye con la llamada oración universal; esta es una oración muy solemne. Con la confianza puesta en el Señor que muere en la Cruz, que es nuestro Mediador y nuestro Sumo y Eterno Sacerdote, pedimos al Padre la salvación, la salud, la paz para todo el mundo… y creo que este año esta oración tiene una fuerza muy especial.
En el momento de la adoración, recordemos que no adoramos el sufrimiento; adoramos, agradecemos el amor.
Participar en la celebración de la muerte de Jesús supone el compromiso de luchar por eliminar las cruces de la historia hoy y de amar hasta el final, como Él, siempre (en cualquier circunstancia) y a todos (incluidos los enemigos)...
Otros dos actos también especialmente significativos son el Via Crucis, por medio del cual acompañamos a Jesús en su camino hacia el monte Calvario, y en las situaciones de dolor y sufrimiento de hoy, y la Meditación de las 7 palabras, que reflexiona sobre las últimas palabras de Jesús dichas en la cruz… Toda una síntesis de su vida… Jesús muere perdonando, confiando en su Padre, entregándose, orando…
Que el día de hoy sea un día de acompañar a Jesús. Lee la pasión, identifícate con alguno de los personajes, dedica un tiempo a orar, a estar al pie de la cruz, como aquellas mujeres, que tuvieron la valentía y el amor suficiente como para seguirlo hasta el final.
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