sábado, 23 de abril de 2022

II Domingo de Pascua (Ciclo C): "Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor" (Jn 20, 19-31)

1. LEE: Juan 20, 19-31

Durante este Tiempo Pascual, se nos propone meditar en distintos textos que hacen referencia a la experiencia de que Jesús “resucitó de entre los muertos”; es decir, que estaba vivo, acompañando a sus discípulos en el camino de la vida y animándolos para continuar su misión en el mundo: mostrar el rostro amoroso de Dios Padre, ayudar a que todos, hombres y mujeres, llegaran a vivir plenamente, “como Dios quiere”, liberándolos de tantas formas de esclavitud, que no nos permite ser nosotros mismos, desarrollar todo el potencial con el que Dios nos ha dotado, vivir como hijos y hermanos.

El evangelio de Juan nos presenta un itinerario para experimentar la presencia del Resucitado. Primero, nos pone ante el sepulcro vacío (Jn 20,1-10)… Un hecho que podía tener múltiples explicaciones: han robado el cuerpo (María Magdalena)…; un hecho sin ninguna explicación (Pedro); o, una señal que nos habla de que el sepulcro está vacío porque el Señor ha vencido a la muerte y está vivo (el discípulo amado)… La experiencia de sentirnos amados por el Señor, nos ayuda a descubrir su presencia en acontecimientos que, a simple vista, no tienen ningún sentido.

Acto seguido, se nos habla del encuentro de María Magdalena con Jesús resucitado (Jn 20,11-18). María, anclada en el pasado, queriendo aferrarse a un “muerto”, de pronto, se siente llamada por su nombre; es decir, conocida en lo profundo de su ser… y amada. Jesús se le hace presente en un jardinero, en una “figura” nueva, distinta… El Resucitado se nos puede hacer presente a través de muchas personas y situaciones… pero es Él… Ella intenta nuevamente aferrarlo, pero Él la invita a soltarlo… No necesita agarrarlo… Él no se va a ir nunca… Él estará siempre a su lado… Y la envía a dar esta gran noticia a los demás discípulos que andan desconcertados, desilusionados, abatidos…

A continuación, ese mismo días, Jesús Resucitado se hará presente, “visible”, “experimentable” en medio de la comunidad de discípulos (Jn 20,19-31)… Jesús sigue saliendo al encuentro de aquellos hombres y mujeres que, muertos de miedo, se han encerrado en el Cenáculo, en el mismo lugar donde, pocos días antes, Él se les había entregado en un trozo de pan y un poco de vino… Y Jesús es capaz de penetrar en ese recinto cerrado, es capaz de hacerse presente en nuestro interior, a pesar de, tantas veces, estar encerrados en nosotros mismos… Y se pone en medio… Y cuando Él está en el centro de nuestra vida, de la comunidad, todo cambia… Vuelve la ilusión, vuelve la alegría, vuelve la esperanza… Y no nos deja en nosotros mismos, sino que nos envía… Sopla sobre nosotros su Espíritu y nos envía a perdonar, a ser instrumento de reconciliación… Pero no todos estaban allí, faltaba Tomás… Y, para él, no fue suficiente el testimonio de quienes habían visto a Jesús Resucitado…

Ocho días después, aquellos discípulos siguen encerrados… Todos necesitamos tiempo… Y Jesús vuelve a hacerse presente… Los vuelve a inundar con su paz (¡la paz y la alegría son señales claras de la presencia del Resucitado!). Y se dirige a Tomás, el “incrédulo”… (¡y todos tenemos algo de incrédulos)… No lo deja en evidencia ni le reprocha…; al contrario, accede a sus requerimientos, a esa necesidad de ver, de tocar que tenemos todos… Y Tomás, el incrédulo, hace la confesión de fe más grandiosa: ¡Señor mío y Dios mío…! Así, Jesús ha recuperado también a Tomás y nos ha regalado una nueva bienaventuranza: "¡Dichosos los que creen sin haber visto!" Sí, dichosos quienes hemos creído en el testimonio de sus discípulos… Dichosos los que creerán a través de nuestro testimonio…

Sin duda, esta es una de las grandes tareas del Resucitado: recuperar a quienes se habían perdido… Devolvernos la confianza, la alegría, la paz… Romper nuestras barreras, ayudarnos a abrir nuestras puertas, a vencer nuestros miedos… ¡Cuántas veces no lo ha hecho con nosotros! Y nos lanza al mundo, a ser testigos de esta maravillosa noticia...

2. MEDITA
  • ¿Dónde y cómo he experimentado en mi vida a Cristo Resucitado?
  • ¿Qué miedos necesito superar para anunciar al Señor?
  • ¿Soy portador/a de paz, instrumento de reconciliación?
  • ¿Adónde y a quiénes me envía hoy el Señor?
3. ORA
  • Haz silencio en tu interior...
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele... Dale gracias...
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar? Decide cosas concretas.

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