sábado, 16 de abril de 2022

Vigilia Pascual: ¡Ha resucitado!


Esta noche, los cristianos celebramos la denominada “Vigilia Pascual”.

La celebración de la Vigilia Pascual no es sólo la celebración más importante de todo el año litúrgico, sino que es, además, una de las Liturgias más hermosas…

En la Vigilia, la Iglesia celebra con gran alegría la victoria de Jesús sobre la muerte… En la Vigilia celebramos la gran intervención de Dios en la historia, cuyo poder se manifiesta en dar la vida en plenitud a su Hijo Jesús… Su poder no lo liberó de la muerte, pues esto habría sido no tomarse en serio el ser hombre de verdad y Jesús vivió su humanidad con todas las consecuencias… Esto, de por sí, es ya una enseñanza. Dios no nos libera de los avatares de la existencia sino de la nada, del sinsentido, del egoísmo para conducirnos a la vida plena, plenitud que sólo se encuentra junto a Él y en el amor y servicio a los hermanos… Participar en la Vigilia es unirnos a la alegría de Jesús que vuelve a la casa del Padre vencedor, pues no cayó en la tentación de desconfiar del amor de su Padre ni de devolver el mal por mal; su victoria es haber amado siempre… Celebrar su resurrección es sentirlo vivo, presente en medio de nosotros; es aprender a vivir ya aquí y ahora, como resucitados, pues participamos de la misma vida de Dios.

La resurrección de Jesús no fue la reanimación de un cadáver. De ser así, sería algo transitorio. La resurrección es el comienzo de una nueva forma de ser y existir que rompe con las barreras propias del tiempo y del espacio; por eso, Jesús puede estar en todas partes y en todos los tiempos precisamente porque está en Dios.

La resurrección como tal no tuvo testigos. Sin embargo existen testimonios abundantes de apariciones diversas y listas de testigos con nombres propios. Entre todos ellos, cabe destacar la aparición a las mujeres. Todos los evangelios coinciden en afirmar que la primera en encontrarse con el Resucitado fue María Magdalena, y fue ella, junto a otras mujeres que la acompañaban, quienes recibieron la misión de Jesús de anunciarlo a sus discípulos. De hecho, María Magdalena es reconocida por la Iglesia como la apóstol de los apóstoles. Todo ello nos permite afirmar que la resurrección fue un hecho histórico, aunque trasciende la historia. Sabemos que resucitó aunque no sepamos cómo lo hizo.

Creer en la resurrección supone creer que merece la pena vivir como Jesús vivió, dar la vida por lo que Él la dio. Creer en la resurrección es haber descubierto que vivir así es lo que nos conduce a la vida. Creer en la resurrección es creer que estamos llamados a la vida, que todo no termina en la muerte. Creer en la resurrección es creer que no estamos hechos para la nada sino para vivir con Dios y en Dios. Creer en la resurrección es creer que el amor vence, que nadie nos puede matar el amor, que Dios siempre tiene la última palabra y sale por los inocentes. Y esto, no solo en lo que llamamos “la otra vida”, sino ya aquí y ahora. Por eso, Juan afirma que la vida eterna empieza al conocer a Dios ya en esta vida y al vivir como Jesús vivió, amando y sirviendo.

A lo largo de 40 días nos hemos ido preparando para este momento… Y es tal su importancia y profundidad, que necesitaremos celebrar esta fiesta durante 50 días seguidos (hasta Pentecostés), que es lo que llamamos el Tiempo Pascual.

Hoy tendremos la oportunidad de vivir todos, esta hermosa liturgia desde nuestra casa gracias a los medios de los que disponemos, la televisión, Internet…

La Vigilia Pascual está articulada en cuatro momentos: El Rito de la Luz, la Liturgia de la Palabra, la Liturgia Bautismal y la Liturgia Eucarística.

La celebración empieza con el Rito de la Luz. El templo está a oscuras. En el exterior, se bendice el fuego. De ese fuego se enciende el Cirio Pascual, una enorme vela que simboliza a Cristo, luz para el mundo, que ilumina las tinieblas que nos envuelven. Acto seguido, los fieles encienden sus velas de la llama del Cirio, participando de su misma luz que nos convierte, también a nosotros, en luz del mundo. Llegados al presbiterio, se coloca en un lugar bien visible, se encienden todas las luces del templo y se canta el Pregón Pascual, antiguo himno que es una explosión de alegría que proclama la gloria de la Resurrección de Cristo. También nosotros podríamos tener una vela que simbolice a Cristo y pequeñas velas para cada uno de los presentes.

Luego continúa la Liturgia de la Palabra, en la que se leen siete relatos del Antiguo Testamento que recogen lo esencial de la Historia de la Salvación, intercalados con salmos y oraciones. Tras estos, se entona el Gloria que no se había cantado desde que empezó la Cuaresma, y se repican las campanas. Después se lee un fragmento de una carta apostólica del Nuevo Testamento. Tras esta lectura se entona de manera solemne el Aleluya, y se procede a leer el Evangelio correspondiente.

Tras la homilía tiene lugar la Liturgia Bautismal. En muchos casos es en este momento cuando se administra el Bautismo a los nuevos cristianos de ese año. Se bendice el agua de la pila bautismal, se cantan las Letanías de los Santos y se renuevan las promesas bautismales, tomando de nuevo la luz del cirio pascual, y se los asperja con agua bendita. También nosotros podríamos renovar nuestro compromiso como bautizados en ese momento.

Finalmente, se continúa la celebración con la Liturgia Eucarística de la manera acostumbrada. La eucaristía, como siempre termina con el envió a la misión, que en este día es solemnizado por el doble aleluya que se añade.

Animémonos a participar de esta celebración y que el Señor nos conceda la gracia de experimentar todos la presencia de Cristo Resucitado en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro mundo.

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