sábado, 14 de abril de 2012

Tiempo Pascual

El domingo de resurrección, hace ya casi 8 días, hemos dado inicio al Tiempo Pascual.
Ya hemos dicho en ocasiones anteriores que el acontecimiento central del cristianismo es precisamente la Resurrección. Tanto es así, que san Pablo llega a decir que si Cristo no hubiera resucitado, nuestra fe no tendría ningún sentido…
El primer gran anuncio fue éste: “Jesús, el crucificado, al que vosotros matasteis, ha resucitado”… El Padre lo ha rescatado del poder de la muerte y vive en medio de nosotros para siempre… Todo nace aquí, todo empieza aquí…
La Pascua es la más antigua y la más grande de las fiestas cristianas; su celebración en la Vigilia Pascual constituye el corazón del año litúrgico. Todo lo demás, se articula desde allí: la Cuaresma (para prepararnos a este acontecimiento), todo el Tiempo Pascual (para celebrarlo durante 50 días). La misma fiesta de la Navidad es posterior… De hecho, es de todos sabido que lo primero que se escribió fue la Pasión-Muerte-Resurrección de Jesús… Luego, se vio la necesidad de narrar lo correspondiente a su Vida Pública, que es lo que de algún modo “explica” lo sucedido al final de su vida… Y, por último, se compusieron los relatos de la Infancia…
El Tiempo Pascual inicia, por tanto, el domingo de Resurrección y culmina, 50 días después, con la fiesta de Pentecostés. Esta fiesta viene precedida por la celebración de la Ascensión del Señor, que Lucas sitúa 40 días después de la Pascua.
Como toda gran fiesta que se precie, la Pascua del Señor tiene su “octava”. Es decir, los ocho primeros días del Tiempo Pascual se celebran con gran solemnidad, como si fuera el mismo domingo de Pascua alargado 8 días seguidos…
Los domingos de este tiempo son particularmente importantes. Son considerados y llamados “domingos de Pascua” y tienen precedencia sobre cualquier fiesta del Señor y cualquier solemnidad. Tanto es así, que las solemnidades que coinciden con estos domingos se trasladan al lunes siguiente.
Que todo este tiempo que iniciamos, nos ayude a profundizar en lo que es el núcleo de nuestra fe: ¡Cristo vive!... Y, si está conmigo, ¿qué puedo temer? ¡Atrevámonos a vivir como Él vivió…! Sólo una vida así merece llamarse vida y camina hacia la Vida…

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