La celebración de la Vigilia Pascual no es sólo la celebración más importantes de todo el año litúrgico, sino que es, además, una de las Liturgias más hermosas… Todo se orienta hacia ella y en ella encuentra su plenitud… En la Vigilia la Iglesia conmemora la victoria de Jesús sobre la muerte… En la Vigilia celebramos la gran intervención de Dios en la historia, cuyo poder se manifiesta en dar la vida en plenitud a su Hijo Jesús… Su poder no lo liberó de la muerte, esto habría sido no tomarse en serio el ser hombre de verdad… El poder de Dios nos libera no de los avatares de la existencia sino de la nada, del sinsentido, para conducirnos a la plenitud de la vida, plenitud que sólo se encuentra junto a Él… Participar en la Vigilia es unirnos a la alegría de Jesús que vuelve a la casa del Padre; es sentirlo vivo, presente en medio de nosotros; es aprender a vivir ya aquí y ahora, como resucitados, pues participamos de la misma vida de Dios que no está bajo el poder de la muerte.
A lo largo de 40 días nos hemos ido preparando para este momento… Y es tal su densidad, que necesitaremos celebrar esta fiesta durante 50 días seguidos (hasta Pentecostés), que es lo que llamamos Tiempo Pascual.
La Vigilia Pascual está articulada en cuatro momentos:
La celebración empieza con el Rito de la Luz. El templo está a oscuras. En el exterior, se bendice el fuego. De ese fuego se enciende el Cirio Pascual, una enorme vela que simboliza a Cristo, luz para el mundo, que ilumina las tinieblas que nos envuelven. Acto seguido, los fieles encienden sus velas de la llama del Cirio, participando de su misma luz que nos convierte, también a nosotros, en luz del mundo. Llegados al presbiterio, se coloca en un lugar bien visible, se encienden todas las luces del templo y se canta el Pregón Pascual, antiguo himno que es una explosión de alegría que proclama la gloria de la Resurrección de Cristo.
Luego continúa con la Liturgia de la Palabra, en la que se leen siete relatos del Antiguo Testamento que recogen lo esencial de la Historia de la Salvación, intercalados con salmos y oraciones. Tras estos se entona el Gloria que no se había cantado desde que empezó la Cuaresma y se repican las campanas. Después se lee un fragmento de una carta apostólica del Nuevo Testamento. Tras esta lectura se entona de manera solemne el Aleluya, y se procede a leer el Evangelio correspondiente.
Tras la homilía tiene lugar la Liturgia Bautismal. En muchos casos es en este momento cuando se administra el Bautismo a los nuevos cristianos de ese año. Se bendice el agua de la pila bautismal, se cantan las Letanías de los Santos y se renuevan las promesas bautismales, tomando de nuevo la luz del cirio pascual, y se los asperja con agua bendita.
Finalmente, se continúa la Misa con la Liturgia Eucarística de la manera acostumbrada. La eucaristía, como siempre termina con el envió a la misión, que en este día es solemnizado por el doble aleluya que se añade.
Ojalá os animéis a participar de esta celebración y que experimentemos todos la presencia de Cristo Resucitado.
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