domingo, 26 de abril de 2009

“Como el Padre me envío, así os envío también yo a vosotros” (Jn 20, 19-23)

El evangelio de Juan nos presenta un tercer relato, situándolo el mismo día de la resurrección. Primero nos ha mostrado el sepulcro vacío y las distintas reacciones ante este hecho: el desconsuelo de María Magdalena (“se han llevado al Señor”), el desconcierto de Pedro, que sencillamente calla; y la fe del discípulo amado, modelo del cristiano: “vio y creyó” (Jn 21, 1-10). Luego nos ha presentado el encuentro de María Magdalena con Jesús resucitado (20, 11-18). Ahora, este mismo día, “el primero de la semana”, se presenta ante sus discípulos reunidos (Jn 20, 19-23).

Este tercer relato nos dibuja perfectamente la situación en la que se encuentran los seguidores de Jesús después de su muerte. La descripción tiene una fuerte carga simbólica: es de noche (no ven nada, están desconcertados, no entienden) y están encerrados, con las puertas atrancadas por miedo a los dirigentes judíos (es un grupo temeroso de correr la misma suerte de Jesús, que se ha atrincherado y que tiene la tentación de vivir como un gueto, hacia dentro, para evitar complicaciones). ¿No nos pasará lo mismo a nosotros? Y es en esta situación donde va a hacer su intervención Jesús. ¿Y qué hace?

En primer lugar, se apareció allí, en medio de ellos… Es difícil traducir esta expresión… Pero tratemos de imaginarlo… Ellos están escondidos, con las puertas cerradas a cal y canto y, de repente, Jesús se les “aparece”… Jesús siempre está presente, pero no siempre nos apercibimos de ello… La experiencia que nos comunica el evangelista es que, en un momento dado, Jesús se les hizo visible, perceptible, experimentable, si es que podemos hablar así… Y no de cualquier manera, sino que aparece en medio de ellos, como aquel que los reúne y en torno a quien se constituye la comunidad cristiana… Y lo ven allí, de pie, es decir, resucitado, vivo…

Es importante caer en la cuenta de que no se trata de una experiencia de una persona individual sino de toda la comunidad reunida… Es una manera de decirnos lo mismo que escribe san Mateo: “Cuando dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos” (Mt 18,20). Al Señor lo experimentamos cuando nos encontramos los hermanos y hermanas reunidos.

Las primeras palabras que les dirige son su carta de identificación: “Paz con vosotros”… No hay duda, la paz sólo la puede dar el Señor… Una paz que disipa los miedos y que devuelve esa seguridad básica de sentir que el Señor está con nosotros… Acto seguido, les muestra las manos y el costado… Y, “los discípulos sintieron alegría al ver al Señor”… La alegría es otro de los efectos de los encuentros con el Resucitado. Por tanto, hay dos rasgos indudables de que una experiencia realmente es de Dios: la paz y la alegría… Una paz y una alegría que brotan de saber al Señor con nosotros… ¡Esta es la paz y la alegría que nos traen la resurrección! Jesús vive, está en medio de nosotros, nunca estaremos ya solos… aquel que fue capaz de dar su vida por mí, me sigue demostrando su amor en todos los momentos de mi existencia…

Pero no todo queda en esta experiencia de paz y alegría interiores, sino que, una vez más, la experiencia de Jesús resucitado lleva consigo un envío, una misión: “Como el Padre me envió, así también os envío yo a vosotros”… Sí, amigos, estamos llamados a continuar la misma misión de Jesús, a anunciar su mensaje de amor, de vida, de justicia, de paz… Y para ello contamos con la fuerza de su espíritu: “Y dicho esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo…”

Escuchemos hoy una vez más estas palabras como dirigidas a nosotros y sintamos la fuerza de su Espíritu que nos impulsa y nos anima a ser sus testigos en medio del mundo, venciendo los miedos y la tentación de atrincherarnos o vivir nuestra fe en la interioridad descomprometida… Ser cristianos no es adherirnos a una doctrina sino haber descubierto una presencia que camina a nuestro lado, una vida que nos anima, que nos hace hijos, que nos acompaña en los avatares de la vida y que nos envía a pasar haciendo el bien, como hizo Jesús…

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