domingo, 14 de junio de 2009

Fiesta del Corpus Christi: Secuencia

Al Salvador alabemos, que es nuestro pastor y guía.
Alabémoslo con himnos y canciones de alegría.

Esto nuevo, siempre nuevo, es la luz de la verdad.
que sustituye a lo viejo con reciente claridad.

Alabémoslo sin límites y con nuestras fuerzas todas;
pues tan grande es el Señor, que nuestra alabanza es poca.

Gustosos hoy aclamamos a Cristo, que es nuestro pan,
pues El es el pan de vida que nos da vida inmortal.

Doce eran los que cenaban y les dio pan a los doce.
Doce entonces lo comieron, y, después, todos los hombres.

Sea plena la alabanza y llena de alegres cantos;
que nuestro ser se desborde en todo un concierto santo.

Hoy celebramos con gozo la gloriosa institución
de este banquete divino, el banquete del Señor.

Esta es la nueva Pascua, Pascua del único Rey,
que termina con la alianza tan pesada de la ley.

En aquella última cena Cristo hizo la maravilla
de dejar a sus amigos el memorial de su vida.

Enseñados por la Iglesia, consagramos pan y vino,
que a los hombres nos redimen, y dan fuerza en el camino.

Es un dogma del cristiano que el pan se convierte en carne,
y lo que antes era vino queda convertido en sangre.

Hay cosas que no entendemos, pues no alcanza la razón;
mas si las vemos con fe, entraran al corazón.

Bajo símbolos diversos y en diferentes figuras,
se esconden ciertas verdades maravillosas, profundas.

Su sangre es nuestra bebida;
su carne, nuestro alimento;
pero en el pan o en el vino Cristo está todo completo

Quien lo come, no lo rompe, no lo parte ni divide;
El es el todo y la parte; vivo esta en quien lo recibe.

Cuando parten lo exterior, solo parten lo que has visto;
no es una disminución de la persona de Cristo.

Puede ser tan solo uno el que se acerca al altar,
o pueden ser multitudes: Cristo no se acabará.

Lo comen buenos y malos, con provecho diferente;
no es lo mismo tener vida que ser condenado a muerte.

A los malos les da muerte y a los buenos les da vida.
¡Qué efecto tan diferente tiene la misma comida!

El pan que del cielo baja es comida de viajeros.
Es un pan para los hijos.
¡No hay que tirarlo a los perros!

Isaac, el inocente, es figura de este pan,
con el cordero de Pascua y el misterioso maná.

Ten compasión de nosotros, buen pastor, pan verdadero.
Apaciéntanos y cuídanos y condúcenos al cielo.

Si lo parten, no te apures, solo parten lo exterior;
en el mínimo fragmento entero late el Señor.

Todo lo puedes y sabes, pastor de ovejas, divino.
Concédenos en el cielo gozar la herencia contigo. Amén.

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