domingo, 28 de junio de 2009

Comida de Jesús con pecadores (Mt 9,10-13)

Retomamos el comentario continuado al evangelio de Mateo que empezamos hace ya casi un año. Nos habíamos quedado en la denominada sección de los milagros, concretamente en la segunda parte de la misma, en la llamada a Mateo (9,9). A continuación, el evangelista nos presenta una escena hermosa, una comida de Jesús con pecadores… Hermosa por lo que significa, pero escandalosa y desafiante para sus contemporáneos y, si lo pensamos bien, también para nosotros.Una vez más, para aproximarnos al evangelio, es necesario tener un poco de imaginación. No en el sentido de crear imágenes ficticias, sino de poner imagen, rostro, a lo que ocurre.

Ya era un escándalo que Jesús llamara a formar parte de sus seguidores más próximos a un personaje público de mala reputación. Se supone que un Maestro espiritual, el Mesías, debería rodearse de personas intachables. En realidad, la historia está llena de grandes personajes públicos tocados por el Señor y que cambiaron radicalmente su vida y decidieron seguirlo. Pero la cosa no queda allí. Mateo, probablemente en señal de agradecimiento, invita a Jesús a comer a su casa… Y sí, sólo un pecador, alguien que se sabe a enorme distancia de lo que tendría que ser su vida, puede experimentar agradecimiento en su corazón… Quien se cree perfecto o, al menos, no como aquellos que son ladrones, asesinos, hipócritas, etc., es difícil que experimente el amor de Dios como algo que se le ofrece de manera totalmente gratuita e incondicional… Porque, Dios no nos quiere porque seamos buenos, sino que podemos ser buenos porque sentimos que Dios nos quiere…

Sí, amigos, ésta es la Buena Noticia de Jesús… Dios no nos quiere sólo cuando somos perfectos, cuando no tenemos fallos, cuando somos impecables… De ser así, estaríamos perdidos… Dios nos quiere porque somos sus hijos… Y por eso nos busca cuando nos extraviamos de camino, porque cuando andamos “perdidos”, nuestra vida es un desastre… Aunque tengamos “éxito” en nuestra carrera, profesionalmente, etc… si nuestra vida no tiene un verdadero sentido, si no experimentamos de verdad el amor incondicional, no somos felices…

Pero Jesús no da discursos… Jesús actúa… Y acepta la invitación a comer en casa de un pecador. Más aún, acepta sentarse a la mesa con esos personajes de dudosa reputación… Con ello intenta decirnos que este gesto de acercamiento a los que se encuentran “lejos de Dios” (según los parámetros de la religión oficial, claro), no es algo excepcional, sino que forma parte de su misión… ¡Y ése es precisamente el escándalo!

La pregunta no es ociosa: “¿Cómo es posible que el Maestro coma con pecadores?” Esto echa por tierra uno de los grandes axiomas religiosos: Dios está con los santos y rechaza a los pecadores. Y, claro, esto lo sostienen quienes tienen la pretensión de ser intachables… ¡Qué ingenuidad…! ¿Quién puede ser realmente intachable? ¿Quién no tiene en su vida algo de qué reprocharse…? Y Jesús inválida toda aquella teoría y afirma que Él viene por los que sienten necesidad de médico, por quienes se saben heridos, incapaces, hasta “casos perdidos”… Y, ¿por qué actúa así?, ¿porque los pecadores son mejores?, ¿porque se lo merecen? ¡No! ¡Sencillamente porque Dios es bueno, porque es Padre, y se le parte el corazón cuando nos ve infelices…! Y es esta actitud de Dios, manifestada claramente en Jesús, la que nos permite cambiar de vida y reorientarla hacia Él… y aceptar que no somos perfectos… ni nosotros ni nadie…

La escena termina con una cita del Antiguo Testamento puesta en labios de Jesús: “Misericordia quiero y no sacrificio”… Sí… Dios quiere amor, no críticas…. ¡De qué sirve tanta religión si ello nos convierte en jueces y verdugos de nuestros hermanos, sin con ello nos sentimos superiores a los demás!

Sí, amigos, si hay algo que tendría que distinguir a los cristianos es el amor. No un amor de manga ancha, sino un amor que, precisamente porque es amor incondicional, puede recuperar lo que muchos consideran perdido…

Sintamos ese amor incondicional de Dios hacia cada uno de nosotros… Invitémoslo a nuestra casa, a nuestra vida, para que nos sane profundamente…

No hay comentarios: