domingo, 20 de septiembre de 2009

Palabras de Jesús a los misioneros VI: No os desaniméis… (Mt 10, 16-25)

Este discurso de Jesús a los misioneros que estamos comentando, trae palabras cargadas de ánimo y fortaleza…

Como ya hemos dicho, Jesús no nos engaña… Quien vive de acuerdo a los valores del Evangelio, será perseguido… ¿Por qué? Porque pone en peligro el statu quo, porque deja en evidencia algunos comportamientos incorrectos o pone en peligro muchos intereses ocultos. Y, repito, quien vive de acuerdo a los valores del Evangelio… Es decir, incluso personas que no se confiesan cristianas, tendrán dificultades cuando intenten construir un mundo más justo, luchar contra la corrupción, rescatar a jóvenes de los prostíbulos o a niños la calle… Creo que no es necesario demostrar esta afirmación pues es evidente a lo largo de la historia, incluido los tiempos actuales… De hecho, los grandes defensores de los Derechos Humanos suelen estar perseguidos y no pocos terminan asesinados… Pero, sin ir más lejos, hace poco llegó a mis manos el libro “Sonrisas de Bombay”, que narra el testimonio de un chico catalán que lo ha dejado todo para dedicarse a rescatar de la calle, de la pobreza y de las mafias, a niños de la India… y, actualmente, tiene que ir con escolta porque a la policía le consta que está en la lista de las mafias locales…

Esto, siendo una realidad, no nos debe llevar al desánimo… La gran tentación ante las dificultades es tirar la toalla, pensar que no hay nada que hacer, o sencillamente mandar a todo el mundo a la porra… Pero, no, Jesús non invita a perseverar, a mantenernos firmes y fieles hasta el final (v. 22). El mal no puede ganar la batalla… y la gana cuando nosotros dejamos de hacer el bien, el poco o mucho bien que podemos…

Más aún, Jesús nos invita a “sacudirnos el polvo de los pies”; es decir, si en un lugar no somos bien acogidos, tampoco es cuestión de ir por la vida de “mártires”, sino que tenemos que continuar nuestro camino… (v. 23).

Una vez más, no lo olvidemos, a lo que se nos invita es a ser como Jesús, que se mantuvo fiel a su misión, fiel en su compromiso con los débiles y oprimidos de nuestro mundo, fiel en anunciar que Dios es Padre, aunque en ello le fuera la vida… Por eso, la mayor recompensa es ésta: Ser discípulos que llegan a ser como su Maestro (v. 25).

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