Llegamos ya al cuarto y último domingo de Adviento, por lo cual se intensifica nuestra preparación para la celebración de la Navidad…
Si os dais cuenta, toda la liturgia de estos cuatro domingos apunta a lo que, de manera tan sencilla pero clara, se nos dice en el evangelio de hoy: En Jesús, Dios se ha hecho "Dios-con-nosotros"…
Esa llamada a estar despiertos, a estar atentos porque el Señor se acerca, no es sólo una llamada a la espera de algo que sucederá algún día, sino la noticia de algo que ya ha sucedido y que, desde entonces, sigue sucediendo todos los días… En Jesús, Dios se ha hecho visible, se ha hecho cercano, se ha hecho asequible… En Jesús, Dios se ha hecho uno de nosotros, camina con nosotros… Por eso, bien podemos afirmar con el corazón agradecido y lleno de contento, que este mundo está bendecido, que nuestro mundo tiene futuro pues Dios ha deseado habitar en él y acompañarnos en el devenir de nuestra historia… Los cristianos podemos afirmar, sin ninguna duda, que Dios habita en medio de nosotros, y que es esto, precisamente esto, lo que nos abre a la esperanza…
La Encarnación es buena noticia de manera particular para los que se sienten solos… Desde que el Hijo de Dios se hizo "carne" (real, histórico), nos ha venido a decir que no estamos solos, que Dios ha deseado habitar en nuestra tierra y ser nuestro compañero de camino…
Llenemos nuestras soledades de la presencia del Señor que lo habita y lo envuelve todo… Llenemos la soledad de tantas personas que se sienten solas y abandonadas a su suerte, haciéndoles ver, con nuestra cercanía, que Dios se interesa por ellos, por cada uno, que nos conoce por su nombre y nos ama y atiende en nuestras circunstancias particulares…
Que en esta Navidad que se acerca no sólo intercambiemos "regalos" y "dones externos"… Que en esta Navidad seamos un don, un regalo para los demás, como Dios se ha querido hacer don y regalo para cada uno de nosotros.
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