Así como el Tiempo de Cuaresma dura 40 días y el de Pascua, 50, el de Navidad tiene una duración más "variable"... ¿Qué queremos decir con esto?
El Tiempo de Navidad consta de unas tres semanas... Para ser más exactos, de dos domingos... El primer domingo después de la Navidad está dedicado a la Sagrada Familia; el segundo, en todos aquellos lugares donde la Fiesta de la Epifanía o de los Reyes no se celebra el día 6, está dedicado precisamente a dicha fiesta; y, el tercero, celebramos la Fiesta del Bautismo del Señor que, en realidad, da inicio al denominado Tiempo Ordinario. Y, claro, como en este año 2010, la Navidad cayó en sábado, el primer domingo, es decir, la Fiesta de la Sagrada Familia, se celebró al día siguiente, resultando todo muy "rápido"... Pero, bueno, lo importante es vivir cada uno de estos momentos que nos propone la Iglesia con profundidad, intentando penetrar aunque sea un poquito en este Misterio: ¡lo increíble de que Dios ha querido hacerse hombre y habitar entre nosotros como uno de nosotros...! Pero no como "turista", sino para quedarse para siempre... Para "residir" en nuestra tierra...
Pero volvamos a la fiesta que celebramos este domingo, el Bautismo de Jesús (Mt 3,13-17)...
Todos los evangelistas coinciden en señalar que la vida pública de Jesús inicia con este hecho... En un momento dado, Jesús sale de Galilea y se dirige al Jordán para ser bautizado por Juan... Y después de salir del agua, hay una manifestación de Dios en la que dice públicamente que Jesús es su Hijo amado... A este núcleo esencial del relato, luego cada evangelista añade unos matices... En el caso de Mateo, se insiste en la resistencia de Juan para bautizar a Jesús, acentuando el reconocimiento de que es más bien él quien debe ser bautizado... ¿Por qué?
En primer lugar, de este modo, Mateo resalta la "superioridad" de Jesús respecto a Juan... El Bautista era un personaje importante en tiempos de Jesús y, sobre todo, en tiempos de las primeras comunidades cristianas... Por eso, era preciso que estos primeros cristianos reconocieran la importancia de Juan pero, al mismo tiempo, supiera que, sin embargo, Jesús era más importante que el Bautista quien había sido sencillamente su precursor...
Pero, si vamos un poco más al fondo, lo que llama la atención es que Jesús, el Mesías, el Esperado, el que salvaría al pueblo de sus pecados, el Hijo de Dios, viniera a bautizarse pues, de este modo, se hacía uno con los pecadores. Y, sí realmente esto es hermoso... Dios se ha identificado con los más pequeños, los más humildes (viene de Galilea) y con los más débiles, frágiles y muchas veces despreciados (los pecadores). Nuestro Dios no es un "puritano"... No sólo no se aleja de nosotros cuando hemos pecado, sino que se acerca a nosotros, precisamente para ayudarnos a salir de esas situaciones que nos deshumanizan y nos alejan de Él y de los hermanos...
Y es a ese Jesús, al que se identifica con los pecadores, al que el Padre llama: Mi Hijo... Es precisamente ese modo de actuar de Jesús, el que lo identifica como Hijo de Dios, como el rostro visible de la bondad y el amor de Dios...
Por eso, cuando sintamos que tenemos algo dentro de nosotros mismos que nos cuesta aceptar, incluso, perdonar..., acerquémonos a Jesús y dejemos que nos toque, nos acoja, nos perdone... Él nunca nos rechazará pues Él mismo ha decidido hacerse uno de nosotros y acercarse a nosotros que somos pecadores...
Celebremos esta fiesta recibiendo a Jesús como nuestro hermano mayor, como nuestro Salvador... Y démosle gracias a Dios por nuestro propio bautismo, en el que hemos recibido la gracia de ser hijos adoptivos del Padre...
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