Considerando que Jesús no es muy dado a los elogios, impresionan aún más estas palabras sobre Juan el Bautista.
En los versículos anteriores, Jesús ha respondido a las dudas de Juan que no termina de entender el mesianismo de Jesús pues no coincide con lo que él había anunciado. Sin embargo, Jesús no sólo no le reprocha nada, sino que, públicamente, confirma a Juan como el profeta más grande de todos los tiempos: “Os aseguro que no ha nacido de mujer nadie mayor que Juan el Bautista” (v. 11). ¿Y qué es lo que destaca de Juan? Su valentía, su entereza, su entrega al anuncio del Reino… No, Juan no ha sido como una caña vapuleada por el viento, sino que se ha mantenido firme, jugándose con ello la vida… Y de manera solapada, se atreve a compararlo incluso con Herodes, envuelto en grandes riquezas, habitando fastuosos palacios, pero considerado como alguien a merced del imperio romano…
Esto, al mismo tiempo, es una crítica hacia nuestra manera de valorar a las personas. Habitualmente lo que se valora es lo externo: los títulos, los bienes, la posición social… En cambio, lo que valora Dios es bien distinto, es nuestra entrega, nuestra fidelidad, nuestra coherencia de vida…
Pero Jesús no se queda en el elogio, sino que quiere dejar claro ante sus interlocutores quién era realmente Juan… Sí, era un profeta, esto ya lo sabía el pueblo llano, pero, no cualquier profeta, Juan era Elías… ¿Qué quiere decir esto?
Para muchos, este texto fundamentaría la creencia en la reencarnación… Hacer esta lectura es desconocer totalmente el lenguaje bíblico. Decir que Juan era Elías, equivalía a decir que aquel que viniera inmediatamente después de él, era el Mesías (Ml 3, 1.23; Mt 17, 10-13); es decir, era un modo de decir: Él es Elías y yo soy el Mesías. Por eso añade que, aun siendo el más grande, “el más pequeño en el Reino de los cielos es mayor que él” (v. 11b). Es decir, con Juan se acaba una época, la de la espera, pues con Jesús los tiempos nuevos han llegado… Es otro modo de decir, nuevamente, que no tenemos que seguir esperando, que en Jesús tenemos ya a “aquel que tenía que venir”…
Esto se dice pronto, pero si caemos en la cuenta de lo que significa, es impresionante… La humanidad sigue como a la espera de alguien que le señale el camino; los mismos cristianos parece que seguimos buscando a alguien que responda a nuestras inquietudes más profundas, y Jesús nos dice: “Soy yo”… Pero para ello tenemos que acercarnos a él, conocerlo de verdad, dejarlo entrar en nuestra vida, vivir como Él nos indica…
Pero este camino es fácil. Después de estas palabras de elogio, el evangelio pone en labios de Jesús una expresión enigmática: “el Reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (v. 12)… ¿Qué quiere decir esto? Algo muy sencillo… El evangelio, desde el inicio, ha encontrado oposición en los que ostentan el poder, del tipo que sea… Basta ver a Juan que está encarcelado, a punto de ser ejecutado…
Y termina con una sentencia: “Quien tenga oídos, que oiga” (v. 15)... como diciendo: “más claro no os lo puedo decir”...
Como veréis, es un texto breve, pero con mucho meollo dentro…
Ojalá escuchemos también nosotros, de boca de Jesús, palabras de elogio… Elogios por nuestra fidelidad a su voluntad, por nuestra entrega, por nuestra dedicación a los hermanos… Y, sí, ojalá nosotros experimentos realmente que en Jesús podemos encontrar todo lo que buscamos, que Él es aquel que tenía que venir a este mundo… y que en Él podemos satisfacer toda nuestra sed…
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