domingo, 25 de octubre de 2009

Realmente me dais pena… (Mt 11, 20-24)

En diversas ocasiones, el evangelio recoge algunas “lamentaciones” de Jesús… Son los denominados “ay”… Estos “ay” no son maldiciones, en el sentido que solemos entender nosotros actualmente, sino expresión de tristeza… Con esos “ay”, Jesús dice: ¡Realmente me dais pena…!

¿Y qué es lo que apena su corazón…? En este episodio es la incredulidad, la dureza de corazón…

Jesús viene a decir: Con la cantidad de signos y gestos que he tenido con vosotros (se refiere a todos los milagros realizados en Corazaín y Betsaida…) y no hay manera de que acojáis mi mensaje… Y llega a decir, seguro que si en otros lugares hubiera hecho la mitad de lo que he hecho ante vuestros ojos, se habrían convertido… Y pone como ejemplo Tiro y Sidón, que eran el paradigma de sociedades ricas y orgullosas, que vivían de espaldas a Dios…

Lo que entristece el corazón de Jesús y el corazón de Dios es nuestra cerrazón, nuestro desagradecimiento…

Probablemente también de muchos de nosotros podría decir: Con todos los gestos de cariño, de ternura que he tenido contigo… Con todo lo que te he bendecido a lo largo de tu vida… y no me reconoces, no terminas de entregarte confiadamente a mí…

La tristeza del Señor es porque, con esa actitud, nos cerramos a su amor, a su acción en nuestra vida… Y, al cerrarnos, no podemos acoger su paz, su ternura, su presencia que es la única que puede responder a todas nuestras búsquedas interiores y puede serenar nuestro corazón…

Descubramos su presencia, sus gestos amorosos en nuestra vida, y consolemos su corazón dándole gracias por todo lo que hace por nosotros… Como diría S. Ignacio: Debemos pedir al Señor que nos ayude a darnos cuenta de tantos beneficios recibidos, de todos los detalles con que nos regala cada día y que nos ha regalado a lo largo de nuestra vida, para que, dándonos cuenta, tengamos un corazón agradecido y lo sirvamos con todo el corazón y con toda el alma...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelentes REFLEXIONES. Muchas gracias por compartirlas. En lo personal me ayudan mucho. El Señor te siga bendiciendo y usando para que sigas ayudando a otros a crecer y a enamorarse más de JESÚS.
Gracias.