El pasado domingo ha concluido el Sínodo para África. Os comparto parte del discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió a los Padres que han participado en dicha Asamblea, en el almuerzo que les ofreció en el Atrio del Aula Pablo VI.
Queridos hermanos y hermanas:
Ha llegado la hora de decir gracias. Gracias ante todo al Señor que nos ha convocado, nos ha reunido, nos ha ayudado a escuchar su Palabra, la voz del Espíritu Santo, y así ha dado también la posibilidad de encontrar el camino de la unidad en la multiplicidad de experiencias, la unidad de la fe y de la comunión en el Señor. Por esto la expresión “Iglesia-Familia de Dios” ya no es solo un concepto, una idea, sino una experiencia viva de estas semanas: hemos estado realmente reunidos, aquí, como Familia de Dios. Hemos hecho también, con la ayuda del Señor, un buen trabajo.
El tema, por sí mismo, no era un reto fácil, tenía dos peligros, diría yo. El tema “Reconciliación, justicia y paz” implica ciertamente una fuerte dimensión política, si bien es evidente que reconciliación, justicia y paz no son posibles sin una profunda purificación del corazón, sin una renovación del pensamiento, una metanoia, sin una novedad que debe surgir precisamente del encuentro con Dios. Pero aunque esta dimensión espiritual es profunda y fundamental, también la dimensión política es muy real, porque sin realizaciones políticas , estas novedades del Espíritu normalmente no se realizan. Por eso la tentación podía ser de politizar el tema, de hablar menos como pastores y más como políticos, con una competencia tal, que no es la nuestra.
El otro peligro ha sido – precisamente por huir de esta tentación – el de retirarse a un mundo puramente espiritual, a un mundo abstracto y bonito, pero no real. El discurso de un pastor, en cambio, debe ser realista, debe tocar la realidad, pero en la perspectiva de Dios y de su Palabra. Por tanto esta meditación comporta, por una parte, estar realmente pegados a la realidad, atentos a hablar de lo que hay, y por otra parte, a no caer en soluciones técnicamente políticas; esto significa indicar una palabra concreta, pero espiritual. Este era el gran problema del Sínodo y me parece que, gracias a Dios, hemos conseguido resolverlo, y para mí esto es también motivo de gratitud porque facilita mucho la elaboración del documento post-sinodal. [...]
El Sínodo acaba y no acaba, no sólo porque los trabajos continúan con la Exhortación postsinodal: Synodos quiere decir camino común. Permanezcamos en el camino común con el Señor para prepararle los caminos, apara ayudarle, abrirle las puertas del mundo, para que pueda crear su Reino entre nosotros. En este sentido mi Bendición para todos vosotros. Recitemos ahora la oración de acción de gracias por la comida.
Si queréis leer el Mensaje final del Sínodo, podéis encontrarlo en este enlace.
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