domingo, 1 de noviembre de 2009

Fiesta de Todos los Santos

Hoy la Iglesia nos invita a celebrar la Fiesta de Todos los Santos.
Como hemos dicho en ocasiones anteriores, estas celebraciones litúrgicas pretenden poner de relieve aspectos muy importantes de nuestra fe y estimularnos a vivir de manera más consciente y comprometida nuestro seguimiento a Jesús.
La fiesta de Todos los Santos suele ser muy celebrada en todos los lugares, aunque suele asociarse a lo que conocemos como el Día de los Difuntos, que en realidad se celebra el día siguiente, 2 de noviembre. Sin embargo, ambas fiestas son claramente distintas.
El hacer presentes a “Todos los Santos”, pretende, básicamente, dos cosas. Por una parte, recordarnos que son muchos los hombres y mujeres que a lo largo de la historia han seguido a Jesús muy de cerca y se han identificado con él, aunque no estén ahora mismo en los altares… Son muchos más los “santos” que no han sido canonizados, que los que aparecen en el Santoral… Es decir, el camino de la santidad no es para unos pocos, sino que ha sido recorrido por muchas personas, la mayoría de ellas, anónimas… Por eso, el segundo mensaje es precisamente éste: Todos los cristianos estamos llamados a la santidad…
Esta expresión a día de hoy suena bastante “rara”… Y es una pena… Pues ésta es nuestra gran vocación, aquí se juega nuestra plena realización personal… Sólo si somos santos llegaremos a ser aquello a lo que estamos llamados a ser… ¡Ésa es nuestra meta!
Esto nos lleva a reflexionar, entonces, sobre qué es la santidad, qué significa ser santos.
Lamentablemente muchos creen que ser santos es ser “perfectos”, entendido esto como el no cometer fallos ni tener debilidades… Y, claro, esto es humanamente imposible… Entonces, ¿qué es ser santos? Jesús nos los dice en el evangelio: Sed santos como vuestro Padre celestial es santo… Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto… Y, añade, sed perfectos como vuestro Padre que hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos e injustos; es decir, es bueno con todos… La expresión “externa” –si podemos hablar así– consiste en ser bondadosos, en amar con ese amor incondicional que proviene de Dios y que, gracias a nosotros, puede llegar a quienes nos rodean… Pero eso no es resultado de un mero voluntarismo, no… El verdadero origen de la santidad es nuestra unión con Dios… Cuando estamos cerca del Señor, cuando nos alimentamos de su Palabra, de su Cuerpo y de su Sangre, cuando acogemos su perdón, su amor, su misericordia, nosotros nos convertimos también en canal de ese mismo amor, bondad, ternura y misericordia… Ser santos es ser canales por los que Dios pasa… Ser santos, es estar tan unidos, tan identificados con Jesús, que Él puede obrar y actuar a través de cada uno de nosotros… Ser santos, es dejar que esas llamadas internas a hacer el bien, a ayudar, a perdonar, sean acogidas en nuestro corazón y llevadas por obra… Ser santos, es actuar como sentimos que el Señor espera de nosotros…
No se trata de hacer cosas “extrañas”, ni de tener experiencias místicas extraordinarias, ni de realizar milagros… No… Se trata de amar, de amar como Jesús, de dejar que Jesús ame en nosotros… En pequeños gestos, en pequeños detalles…
Sí, amigos, estamos llamados a la santidad… A dejar que el Señor inunde nuestro ser de su amor y de su vida para que ese amor y esa vida inunden nuestro pequeño mundo y llegue a todos aquellos que nos rodean…
Celebremos, por tanto, a todos aquellos que ya han recorrido este camino, personas que seguramente hemos conocido… Encomendémonos a nuestros amigos, los santos, para que nos ayuden en el seguimiento a Jesús… Y estimulémonos a recorrer ese camino, contando con la ayuda del Señor y con nuestro deseo de seguirle y amar como nosotros mismos somos amados…

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