sábado, 12 de febrero de 2011

“Venid conmigo y os haré pescadores de hombres” (Mt 4,18-22)

Ésta que conocemos como la llamada a los primeros discípulos forma parte de las acciones iniciales de la vida pública de Jesús; de hecho, los capítulos 3 y 4 (los dos primeros están dedicados a la infancia de Jesús) nos hacen una presentación global de aquello que luego será toda su misión.  Jesús ha sido presentado “oficialmente” por su Padre como su Hijo; por tanto, no estamos ante cualquiera (el Bautismo). A lo largo de su misión, Jesús será “tentado”…, experimentará dificultades, contradicciones, como cualquiera de nosotros, pero saldrá vencedor, pues su punto de referencia fue siempre Dios, las Escrituras (las tentaciones en el desierto). A continuación, empieza a proclamar el Evangelio, que lo resume en una expresión sencilla y llena de significado: ¡Dios está entre nosotros, se ha acercado! Así mismo, es consciente de que ésta misión no debe realizarla en solitario, sino que, si Dios es Padre y, por tanto, todos somos hermanos, el modo de hacer “visible” ese ser “familia de Dios” es constituyendo una comunidad de seguidores… Y, por eso, empieza llamando a unos pescadores a ser sus compañeros, sus colaboradores en esta misión…

La llamada a estas dos parejas de hermanos: Santiago y Juan, Pedro y Andrés, es muy conocida… Pero fijémonos en algunos detalles…
En un comentario anterior habíamos dicho que Jesús que el contenido de la predicación de  Jesús era igual que la de Juan, como un modo de poner de manifiesto una cierta continuidad entre ambos. Pero, en realidad, el planteamiento de Jesús difería mucho del de Juan… Si os acordáis, Juan era un ermitaño que vivía en el desierto y al que tenían que acudir quienes deseaban oír hablar de Dios y cambiar de vida… Jesús, en cambio, no va al desierto; Jesús va a la ciudad, a Cafarnaum… Jesús va en busca de la gente, no espera que sean ellos quienes vengan a buscar… Y sí, así es Dios… Es Él quien sale a nuestro encuentro, Él quien viene a buscarnos allí donde se desenvuelve nuestra vida cotidiana…
Y, ¿a quiénes llama? A unos pescadores, a personas que tienen un oficio, una profesión, ¡no a gente que no tiene nada que hacer…! Jesús busca “trabajadores”, pero que dediquen sus energías, su tiempo y sus personas a otra “profesión”, a la de Jesús… Por eso les dirá que los llama a ser “pescadores”, pero de otro tipo… Actualmente a lo mejor nos diría que nos llama a ser “ingenieros”, pero de personas, para ayudar a “construirlas”; o médicos, pero no del cuerpo sino del alma, etc… ¿Qué crees que te diría a ti…?
Jesús nos llama a ejercer nuestras profesiones, nuestros oficios, poniéndolo al servicio de la vida de las personas… ¡qué hermoso…!  Y, así mismo, llama también a algunas personas a dejarlo todo y a seguirlo… Sí, a seguirlo… Lo primero que Jesús desea son amigos, personas que quieran compartir su vida para, así, poder compartir su misión… Hoy siguen existiendo personas que escuchan esa llamada y lo dejan todo para seguirlo: familia (sus propias raíces), profesión (seguridad)… y se lanzan a la aventura de ir allí donde hayan personas necesitadas del pan del cuerpo y del espíritu…

Hoy Jesús sigue llamando… Te llama a ti, me llama a mí… ¿A qué te invita…? ¿A qué te llama…? No tenas miedo a escuchar su voz y a seguirlo… ¡Es el mejor modo de dar sentido a la propia vida…!

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