sábado, 27 de agosto de 2016

La satisfacción del trabajo bien hecho… (Mt 25, 14-30)

Actualmente en el ámbito laboral una de las cualidades que más se valora en un empleado es la responsabilidad y capacidad de iniciativa. Personas a las que uno les puede encomendar algo y olvidarse, pues tenemos la tranquilidad de que harán su trabajo, lo harán bien y, además, sabrán salir al paso de cualquier posible dificultad, encontrando la solución más adecuada. Esto, en realidad, es igualmente valioso en cualquier ámbito de la vida, en la vida familiar, personal, etc. Pues resulta que a Dios también le gustan las personas así y, por eso, estimula nuestra creatividad, tiene una confianza ciega en nosotros, dejando el mundo y a sus propios hijos en nuestras manos...Precisamente de esto va el evangelio de hoy.
Hoy se nos narra otra parábola de Jesús, la conocida como parábola de los talentos. La historia la conocemos todos. Un hombre se tiene que ir al extranjero y dejó a sus empleados encargados de sus bienes. A cada uno le dio una responsabilidad (un número determinado de talentos), a cada uno, según su capacidad… Pasado un tiempo, vuelve aquel señor y pide cuentas a cada uno de sus empleados. Los dos primeros, presentan una administración eficiente, de hecho han duplicado el capital. En cambio, el tercero, por miedo, no se atrevió a hacer nada con lo cual, aunque no perdió el capital, no lo hizo producir.
La reacción de aquel señor es lógica, es lo que haríamos cualquiera de nosotros. A quien actuó con responsabilidad y diligencia, se le encargaron aún más tareas; en cambio, a quien no hizo nada, se le retiró la confianza.
La enseñanza es clara… Todos venimos a este mundo con lo que necesitamos para llevar adelante nuestra misión. Somos distintos, tenemos cualidades distintas, porque nuestra misión es diferente… Nadie es más ni menos que nadie… Lo importante es sacar el máximo partido posible de lo que somos, llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos, poner nuestros dones al servicio de los demás, de mejorar nuestro mundo… 
Y, una vez más, se nos presenta a un Dios que confía en nosotros… Que nos da con generosidad de sus dones, muy lejano del Dios controlador y fiscalizador… Pero que espera que nosotros actuemos con responsabilidad, diligencia, creatividad y eficacia…
Hoy podríamos preguntarnos: ¿Cuáles son esos dones que Dios me ha regalado, que me hacen “especial”…? (estos dones hablan de nuestra misión en la vida…). ¿Hay algo que no me estoy atreviendo a hacer, por miedo? ¿Los estoy desarrollando y poniendo al servicio de los demás, en hacer posible un mundo mejor? Y, una vez más, sintamos la confianza que Dios deposita en mí y démosle gracias…

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