miércoles, 10 de agosto de 2016

Las paradojas de la vida. (Jn 12, 24-26)

La vida está llena de paradojas, de situaciones extrañas, aparentemente contradictorias... Personas brillantes que fracasan... Personas "del montón" que tienen éxito... Tragedias que a la larga terminan trayendo un bien... Y grandes "oportunidades" que, luego, no lo son tanto... Este tipo de paradojas nos vienen a decir que no debemos fiarnos sin más de las apariencias... Que debemos aprender a mirar más allá de lo inmediato... Que la vida está llena de sorpresas...
Una de esas paradojas es que muchas veces hay que perder para ganar, morir para vivir... El evangelio de hoy nos la presenta con una imagen: "Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo".
Jesús es un maestro en explicar cosas profundas con imágenes sencillas que hablan por sí mismas. Este "morir" del que nos habla Jesús es ese saber dejar marchar el pasado, no aferrarse a lo que hemos sido toda la vida, no vivir agarrados a lo que ya tenemos, sino aprender a soltar, abrirnos a la novedad de un futuro que no conocemos, que nos genera incertidumbre, pero que será bueno...
Se nos invita a ser como ese grano de trigo, cargado de vida, que para que extraiga de sí todo su potencial, debe sumergirse en la tierra, en la vida... Entregarse, darse, sin miedo, sin reservas... 
Las grandes decisiones de la vida suponen la capacidad de soportar la incertidumbre... No sabemos lo que pasará, pero sólo lo sabremos si lo intentamos...
La imagen de ese grano de trigo que se deja enterrar, que se pudre, que pasa por la experiencia de sentir que "se pierde", nos viene a decir que, en esas grandes apuestas que uno hace en la vida, hay que entregarlo todo, ponerlo todo... y saber esperar... Muchas veces no hemos llegado donde queríamos porque, por miedo, por apegos, por... no lo pusimos todo, nos guardamos algo... Y, lo que no se da, se pierde...
La vida es ese continuo morir y renacer, entregar y ser fecundos... Estamos hechos para dar, para salir, para amar... No tengamos miedo a vivir, a arriesgar... Dejémonos llevar por esas intuiciones del corazón que nos animan a ir más allá... Solo se vive si hay algo o alguien por lo que somos capaces de darlo todo, sin reservas... Y, cuando lo hacemos, aunque muchas veces cueste, aunque no siempre sepamos dónde terminaremos si realmente nos dejamos fluir, nuestra vida extrae un potencial insospechado, se vuelve maravillosamente fecunda...

No hay comentarios: