La #Cuaresma es un tiempo dedicado en gran medida a nuestra
conversión, a retomar el camino que muchas veces, sin darnos cuenta, hemos
perdido. Por un lado, se trata de retornar a casa, bonita expresión para decir
que retornamos a Dios, que es nuestra fuente, nuestro origen, quien sostiene
nuestra existencia, pero no se trata de un retorno meramente “religioso”. Se
trata de volver también a nuestros hermanos… Vivimos tan de prisa, con tantas
cosas entre manos y en nuestra cabeza, que a veces se nos olvida “vivir”… Y
vivir es ir por la vida con los ojos abiertos, disfrutando de las pequeñas
cosas que se nos ofrecen, de las personas que nos rodean y que nos necesitan…
Y, curiosamente, vivir así, nos ayuda también a redescubrir a Dios presente en
nuestra vida. Porque, no lo olvidemos, la espiritualidad y el servicio van de
la mano, el amor a Dios y a los demás, no pueden separarse.
Hoy Jesús en el evangelio es sumamente claro: Cada vez que
distes de comer, de beber, que vestisteis o visitasteis a alguien que lo
necesitaba, a mí me lo hicisteis (Mt 25).
Sí, el camino más corto hacia Dios es el camino que nos
lleva al hermano. Vivamos el día sirviendo. No hace falta hacer grandes cosas.
Basta estar atentos a lo que los demás pueden necesitar y dar esas pequeñas
respuestas que incluso pasan desapercibidas… Y, al hacerlo, cae en la cuenta de que, con esos gestos, estás sirviendo al mismo tiempo a Dios pues, en lo
profundo, todos somos UNO.
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