viernes, 11 de marzo de 2022

II Domingo de Cuaresma (Ciclo C): La Transfiguración de Jesús (Lc 9, 28-36)

 

1. LEE: Lc 9, 28b-36.

Este episodio se sitúa casi al final del Ministerio de Jesús en Galilea (segunda parte del evangelio de Lucas), poco antes de iniciar su subida a Jerusalén. Previamente, Lucas ha narrado la profesión de fe de Pedro (“Tú eres el Mesías”), el primer anuncio de la pasión y las condiciones para seguir a Jesús (9,22-27). Eso nos da la clave de lectura del episodio de la Transfiguración. Podríamos decir que es el momento en que Jesús debe tomar una decisión importante: subir a Jerusalén, con todo lo que ello implica. Por eso, igual que en el desierto, y así como más adelante hará en Getsemaní, va a orar. Y, allí, recibirá una confirmación por parte de su Padre.

Una vez más, lleva consigo a Pedro, Juan y Santiago. Junto a Jesús aparecerán Moisés y Elías. Ellos representan la Ley y los Profetas, los dos pilares de la fe israelita; ambos son “hombres de oración”, a quienes Dios se les manifestó en una montaña (Moisés, Sinaí; Elías, Horeb y Carmelo) y de quienes no se conoce su sepultura. También Jesús está en el monte y también ahora en el monte, se manifiesta Dios. Jesús, por tanto, se inserta en la Historia de la Salvación, representada por la Ley y los profetas, es decir, con la voluntad de Dios y su plan salvífico. Pero, al final, queda Jesús solo. De este modo se nos indica que el Antiguo Testamento, da paso a Jesús.

Como contraste, mientras Moisés y Elías hablaban de la "partida" de Jesús, Pedro quiere hacer tres tiendas; Jesús habla de subir a Jerusalén, de dar la vida, y sus discípulos quieren quedarse donde están, solo en los momentos "gloriosos".  

Jesús con su Transfiguración se nos muestra tal cuál es y el Padre nos dice que Jesús, el que habla de entregar la vida, de muerte y resurrección; este, que va a renunciar a toda forma de imposición o violencia; este, es el Hijo, el Elegido, aquel a quien hay que escuchar y, por tanto, obedecer. 

Al igual que Jesús, en la oración encontramos fortaleza; allí nos sentimos acompañados y sostenidos por el Padre; allí aprendemos a escucharlo y a seguirlo.

2. MEDITA
  • ¿Suelo llevar a mi oración las dificultades del camino y saco fuerza de ella?
  • ¿He experimentado la oración como un momento de encuentro profundo con Dios, donde Él me ha iluminado y me ha hecho sentir su hija amada?
  • ¿Dedico tiempos para escuchar a Jesús, para interiorizar su Palabra y, así, hacer lo que Él me indica?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor… Pídele… Dale gracias… Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra? 
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

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