miércoles, 30 de marzo de 2022

V Domingo de Cuaresma (Ciclo C): La mujer perdonada (Jn 8,1-11)

 

1. LEE: Jn 8,1-11

El evangelio de hoy pone ante nosotros varios personajes “tipo”: una mujer acusada de adulterio, unos acusadores (escribas y fariseos), unos observadores (la gente que estaba escuchando a Jesús) y a Jesús, que quieren que asuma el papel de juez. Esto nos puede ayudar a preguntarnos qué rol suelo “jugar” yo en la vida… ¿Soy de los que están prontos a acusar?, ¿de los que enseguida ven los errores en los demás?, ¿de los que critican, poniéndome, por tanto, por encima de los otros?

¿O asumo el papel de observador? Tal vez no soy de los que rápidamente acusan o critican, pero en no pocas ocasiones me sumo a ellos…, y estoy dispuesto a “tirar piedras” contra los demás… Porque también ahora tiramos piedras con nuestra lengua, con nuestra indiferencia…

Y, ¿cuántas veces me he sentido, en cambio, como aquella mujer? Puesta en medio, juzgada, dejada en evidencia… Juzgada sin ser escuchada… Juzgada sin analizar todos los hechos, pues allí solo está ella, ¿y aquel adúltero, dónde está?

Los acusadores ven en aquella mujer solo a una pecadora. La han etiquetado ya desde su pecado. Real, sí, pues ha sido pillada en flagrante adulterio. Pero ya no ven a una persona, ven solo a una adúltera… Y, cuántas veces, miro yo así a los demás o me he sentido mirada de ese modo…

Y, en este escenario, está Jesús. Él estaba en el Templo, tranquilamente enseñando, como tantas veces… De pronto, le traen a esa mujer y se la ponen en medio, como si se tratase de un vulgar objeto.

En realidad, la mujer les da igual; solo buscan tenderle una trampa para así tener un motivo para poder acusarlo. La «trampa» es colocar a Jesús ante la tesitura de hacer cumplir la ley y, por tanto, condenar a la mujer a ser lapidada, contradiciendo así todo su mensaje; o, salvar a la mujer, trasgrediendo y haciendo trasgredir, la ley de Moisés. La pregunta de fondo es: ¿está la ley por encima de todo, incluso cuando esta puede llevar a la muerte? ¿O es que acaso, en nombre de Dios y su misericordia “todo vale”?

Hay un gesto enigmático. Jesús se inclina y escribe con el dedo sobre la tierra. Muchos interpretan este gesto recordando que la ley entregada a Moisés, fue escrita por el dedo de Dios sobre tablas de piedra. Ahora, Jesús va a escribir con su dedo la nueva ley. Y no sobre tablas de piedra, sino sobre el polvo. Una ley que tiene en cuenta la fragilidad humana (somos polvo) y que es una llamada a la misericordia.

Jesús logra salir de esta aparente contradicción sencillamente haciéndonos caer en la cuenta de que todos somos pecadores y que si nos empeñamos en acusarnos unos a otros, todos terminaremos condenados. Jesús quiere introducir en el mundo la dinámica del perdón, pues es este el que hace posible la rehabilitación del pecador. Jesús no viene a abolir la ley sino a rescatar su sentido: salvar, liberar al ser humano.

Jesús no renuncia a ser juez. No niega el pecado de la mujer, no ignora mi pecado. Sin embargo, antes de que nos reconozcamos pecadores, a Él le interesa que nos sintamos salvados de manera incondicional y gratuita; al Señor no le interesa el pasado sino lo que seremos de ahora en adelante. El perdón nos abre a una nueva oportunidad. Esto no significa cerrar los ojos; el perdón pide enfrentarse al mal cara a cara. Pero es la experiencia de sentirnos perdonados por pura gracia, el detonante de una vida nueva. Es la experiencia de la bondad de Dios, la que posibilita una respuesta agradecida a esa bon­dad con nuestra vida y con nuestra actitud hacia los demás, de modo que seamos con otros como el Señor ha sido conmigo.

Según muchos comentaristas, con este hecho Jesús acaba de firmar su sentencia de muerte pues, , no solo no ha condenado a la mujer sino que la ha perdonado. Es este tipo de comportamiento, escandaloso e inaceptable para muchos, lo que verdaderamente llevo a Jesús a la muerte.

2. MEDITA
  • ¿Cómo es mi actitud espontánea ante el prójimo: de juicio o de mi­sericordia?
  • ¿Qué experiencia tengo de ser perdonado, acogida, querido por Dios? ¿Qué mirada de alguien sobre mí ha sido salvadora en mi vida?
  • ¿Soy de las que dan nuevas oportunidades a los demás?
3. ORA
  • Haz silencio en tu interior...
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele... Dale gracias...
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar? Decide cosas concretas.

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