1. LEE: Lc 10, 38-42
Este domingo 16 del tiempo ordinario domingo proseguimos la lectura continuada del evangelio según san Lucas, c. 10, vv. 38 al 42, que nos presenta el hermoso episodio de Marta y María.
El texto que vamos a considerar, forma un díptico con el que contemplábamos el domingo pasado, la parábola del Buen Samaritano. Es un modo de recordarnos que solo una vida centrada “en la mejor parte”, en Jesús, en la escucha de su palabra, puede estar orientada a los demás para servir como Jesús. Para el discípulo, muchas veces urgido por las muchas necesidades y demandas presentes en su vida cotidiana, la actitud de María es condición de posibilidad de una entrega serena y comprometida. Con todo, hay que evitar una lectura simplista del texto, como si el trabajo o la actividad fuera “malo” y solo la postura contemplativa fuera “buena”.
Los personajes son tres: Jesús, Marta y María, si bien se sobreentiende que Jesús va acompañado de un grupo de discípulos/as.
Jesús se encuentra en camino, que es lo propio del discípulo. Un camino que, no olvidemos, lo lleva a Jerusalén. Y, a lo largo del camino, va enseñando a sus discípulos. Al parecer, Jesús hace un alto en ese camino y Marta acogió a Jesús en su casa. El texto da a entender que ella es la hermana mayor, la “dueña de casa”. Ella acoge a Jesús, destacando así la importancia de la hospitalidad con los misioneros que van por los caminos, siendo conscientes de que, acogiendo a los demás, acogemos al propio Jesús en nuestra casa.
Este domingo, las lecturas ponen el acento en la hospitalidad (en la primera lectura se recuerda a Abraham). La pregunta es: ¿Qué se espera de quien acoge a un invitado, hacer lo que el anfitrión cree mejor o, más bien, hacer lo que nuestro huésped quiere que hagamos? Parecería algo obvio, pero no lo es tanto.
Marta quiere obsequiar a Jesús, pero de la manera que Jesús no quiere. Ella lo ha acogido en su casa, sin embargo, anda tan ocupada haciendo cosas para Él, que no le presta atención. Por eso, en vez de disfrutar de la visita, esta es causa de nervios, agobios y agitación. ¡Pero Jesús no quiere poner en tensión a sus anfitriones! Además, cuando “explota”, se acerca a Jesús no para escucharlo, sino para quejarse de su hermana María y pretende poner a Jesús contra ella. Al final, tanto esmero en la hospitalidad de Marta la lleva a ser insolente con Jesús y dura con su hermana.
Frente a la situación estresada de Marta, contrasta la actitud plácida de María: sentada a los pies de Jesús, escuchándolo. Es decir, se la presenta como modelo de discípulo y, esto, siendo mujer (el discipulado judío era propio solo de varones). Así, el relato evangélico pone en cuestión un error del judaísmo de entonces (¿es un error también ahora entre nosotros?): las mujeres no debían dedicarse al estudio de la Ley, sino a los quehaceres domésticos; en cambio, el estudio de la Ley era obligado a los varones. Cuestión de roles. Pero Jesús enseña a María, caracterizada como verdadera discípula, y rompe así moldes culturales y religiosos.
A la reclamación de Marta, Jesús responde «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán». Esta respuesta, ciertamente desconcertante, es muy importante y es necesario que sea comprendida en su verdadero sentido: Jesús no pretende contraponer dos carismas de la Iglesia, la acción y la contemplación; tampoco en ningún momento Jesús critica o reprende a Marta su actitud de servicio. Jesús responde a Marta con cariño, repitiendo despacio su nombre. En su respuesta quiere hacerle ver que también a él le preocupa su agobio, pero ha de saber que escucharle es tan esencial y necesario que ningún discípulo puede descuidar esta tarea. Jesús no critica el servicio de Marta. Lo que critica es su modo de trabajar de manera nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones, lo que la vuelve irritable y la lleva a descuidar cosas importantes. En definitiva, Jesús quiere alertar del peligro que tenemos todos de vivir absorbidos por un exceso de actividad y recordarnos que, lo prioritario, lo esencial, de donde debe brotar todo servicio, es la escucha de su Palabra, pasar tiempo de calidad con Él. El servicio, sin duda, es importante, pero no podemos llegar al extremo de no tener tiempo para el Señor pues él es quien da vida a nuestro servicio.
2. MEDITA
- ¿Sé escuchar y dedicar a los demás el tiempo que necesitan?
- ¿Me siento habitualmente agobiada y me quejo con frecuencia?
- ¿Dedico un tiempo de calidad a la escucha de lo que el Señor quiere decirme en su palabra, en los acontecimientos, en…?
3. ORA
- Dialoga con el Señor...
- Pídele… Dale gracias…
- Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
- ¿A qué te invita su Palabra?
- ¿Qué podrías mejorar o cambiar?
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